Opinión

El peor

Por Dany Wilde.

Siempre se dijo que el peor gobierno peronista era mejor que cualquiera liberal. Alberto Fernández accedió a la primera magistratura en una combinación variopinta de progresismo, un toque de peronismo y olor radical. Su primera frase de barricada y no muy afortunada fue “volvimos, pero mejores”.

Este gobierno culminó el año pasado. Terminó con alta inflación, sin ayuda al candidato Massa, pero con empleo y sin miedo en la población de pagar la luz o ingresar a un supermercado. Sin duda el peor gobierno que la opinión pública consideró peronista, pero nosotros sabemos que de peronismo nada de nada.

Por alguna de estas razones esgrimidas, más la complicidad de un candidato, la Argentina obtuvo como presidente a alguien que tiene las facultades alteradas. Hoy, siete meses más tarde de que Alberto dejó el sillón de Rivadavia, el argentino observa su bolsillo, su familia y su vecino y no da crédito a la realidad.

El presidente habla con un perro muerto, pasea por el planeta a buscar premios a la nada misma con la plata de todos, habla de lo que no sabe, insiste con el Messi de la economía, cree que una amiga sin contenido alguno es la mejor ministra de la historia, le dice doctora a la montonera que jamás estudió y lo más importante, sus votantes y el resto de la población tienen grandes problemas para su subsistencia.

Se votó un cambio, igual que en 2015. Todos los analistas calificaron de muy malo al gobierno anterior, por eso la gente optó por otra cosa. La pregunta es si se cambia por una mala gestión que se votó en 2015. Macri ingresó al poder para recolonizarnos sucediendo a una gestión con un dólar bajo, servicios baratos y alimentos accesibles. Pero eso es otra historia.

Parte de la sociedad le hace el aguante hoy a un hombre que jamás tuvo un kiosco ni una familia. Se le inventan novias y títulos, enfrenta y pelea con otros presidentes, se anotó en la guerra europea, dona helicópteros y alimentos a Ucrania, descalifica a periodistas que no lo alaban y a otros los invita a Olivos todos los domingos para que dibujen una realidad que solo existe en su imaginación. Nos prometió que la casta política pagaría todo y que en 35 años seríamos Alemania. Alguien que le diga que para llegar a 35 hacen falta 34 años, que la casta no son los jubilados y que seguramente seremos Alemania, pero Oriental.

Mientras tanto, en algún lugar de la política, el congreso, la iglesia, el poder judicial observan cómo sus cuentas bancarias crecen. Son empleados públicos al igual que el municipal o el médico del hospital. La diferencia es que la motosierra acaba con los trabajadores mientras nadie dice que Elisa Carrió, por nombrar una dirigente, es empleada pública desde 1979 con jubilación de privilegio y una changa de la embajada. Alberto fue un perfecto inútil, pero Milei es la representación viva de la disolución nacional, ¿no le parece?

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