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Opinión

RECUERDO Y DOLOR.

Cuando yo era un adolescente, un grupo armado mató a mí padre. Un viejo extraordinario. Arquitecto y ferviente defensor de la doctrina occidental, cristiana y humanista, del peronismo.

Por su trabajo, estaba relacionado con la mayoría de los gremios y federaciones obreras.

El día que mataron a Augusto Timoteo Vandor, aquel que quería un peronismo sin Perón, y que rosqueó y tranzó con la dictadura de turno.

Mi padre, por razones laborales, se encontraba en el edificio donde atentaron contra el traidor Vandor. Una bomba de trotyl y parte de la mampostería cayó sobre mi viejo, falleciendo en el acto.

Tiempo después, un dirigente gremial con cara de póker, me dijo: “Carlos, la muerte de tu padre fue un daño colateral”. Desde entonces comprendí que, por matar a un traidor, mataron a un leal y legítimo peronista.

Los sínicos que me hablaron, me dijeron que fue el ERP. Mintieron descaradamente, los erpianos no asesinaban gremialistas, simplemente, porque los usaban.

Cuando enterraron a mi viejo, llegaban coronas de los sindicatos y del PARTIDO JUSTICIALISTA. Mi madre las hizo tirar a la basura. Se acercaban a darnos las condolencias y se les notaba en sus rostros, la falsedad y la hipocresía. Dirigentes que no llegaban a la altura de sus zapatos. Ni siquiera podían atarle los cordones. Se preocuparon por la muerte del traidor, la de mi padre, pasó al olvido.

Mi padre vivió para el pueblo y también murió por ese pueblo que amaba. Por sus venas corría sangre y peronismo y esa fue la herencia que me dejó, además de la lealtad, la ética y la humildad de los grandes, como lo fue mi amado padre.

Pasaron los años, y comencé a militar en la JP de la Tendencia. Fui secuestrado, padecí torturas, flagelos. Fui secuestrado y llevado a la macabra y siniestra ESMA. Fueron momentos duros, difíciles, y allí recordé más que nunca a mi amado viejo. Recordé sus cárceles sufridas por ser leal al peronismo. Sus días y noches fuera de mi casa. Su exilio al Uruguay, en la «democracia» del Dr. Arturo Illia.

Traicionado por sus pseudos compañeros y abandonado por el Partido Justicialista y por los gremios.

Hoy hace 52 años, 7 meses y 6 días, que mi padre dio la vida por las causas populares, y lo quiero recordar, porque me dan impotencia y mucha bronca, aquellos que ahora se rasgan las vestiduras, diciendo que darían la vida por el pueblo.

Hipócritas, sínicos, mentirosos y cobardes.

Hasta siempre, amado viejo.

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