Opinión

¿Dónde está la conciencia?

Por: Maximiliano Rolon

La sociedad contemporánea ha muerto. Lo ha hecho sumergida en su inconsciencia colectiva, ahogada en los océanos de superficialidad que tienen la profundidad inerte de un charco de agua. Es la morada de un laberinto de desencanto y profunda deshumanización.

Las mentes, que pasaron a ser un mero adorno, son utilizadas nada más que para servir a las tareas cotidianas o para hacer scroll en los reels de TikTok. Veo que las personas parecen incapaces de entender más allá de las superficies brillantes de las publicidades y los flashes informativos que apelan a las emociones más básicas del ser humano, a ese cerebro reptiliano de acción y reacción.

En todos los lugares se apela a la emocionalidad más reaccionaria para manipular las acciones y nadie parece darse cuenta. Usted se preguntará, ¿por qué escribo «parece» tantas veces? Porque vivimos en la era de la apariencia.

Ya ni siquiera es la era de la boludez. Esta es la era de la apariencia. Donde lo superfluo parece más relevante que la esencia y a nadie parece importarle, porque todos juegan el mismo juego. La esencia misma de la conciencia parece haberse evaporado, sustituida por el dictado caprichoso de la moda y el hedonismo desenfrenado, el culto a lo banal, a lo ficticio, donde basta un buen relato para convencer. El Presidente Milei fue quien contó mejor su historia.

Este mundo de apariencias, donde la falta de empatía y moral se ha transformado en moneda corriente, el vuelto puede ser cualquier cosa excepto una frase de aliento. Las personas se pierden en la vorágine de una cultura que glorifica al dinero por encima de cualquier otro valor. Como si fuera lo más importante. Vivir bien es importante, claro está. La dignidad es algo que el dinero no podrá comprar jamás. Argentina vive en una cinta de Moebius y a nadie parece sorprenderle. 

La lucha por el poder y la riqueza perpetúa una división insidiosa, donde los ‘revolucionarios’ terminan siendo meros cómplices de un sistema corrompido que se legitima permanentemente en base a ellos. La moralidad se desvanece ante el altar del dinero, y aquellos que claman por justicia son los mismos que no dudarían en traicionar sus principios por un cargo publico o por momento de fama en Twitter.

La conciencia se desvanece en medio de esta tormenta de egoísmo y desigualdad. Mientras algunos se regodean en la opulencia, otros languidecen en la miseria, pues sus voces están ahogadas por el estruendo de la indiferencia. Quienes reconocemos la fragilidad de la humanidad y la importancia de la empatía y la moralidad. Entendemos que la verdadera riqueza reside en compartir y en poner primero a la gente. La conciencia parece estar en peligro de extinción, pero es nuestra responsabilidad cultivarla, protegerla y multiplicarla. Porque solo a través de la introspección y la empatía podemos trascender las sombras de la caverna y alcanzar la verdadera luz del entendimiento y el amor por los demás.
No puede haber revolución sin evolución de conciencias.

Mostrar más

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba