Por Simón Radowistky
La bibliografía liberal nos enseña que la historia que desarrolló y firmó Mitre en el siglo XIX con amplia difusión en el siglo XX de los apóstoles de la mentira refugiados en el Billiken es la verdadera historia. Tomando esta como cierta, debemos partir de la base que todos aquellos que trabajaron para factores externos eran patriotas y aquellos que lucharon por la liberación nacional eran ventajeros y buscas de la historia. De más está decir que aquellos que lograron distribuir la riqueza en el siglo XX y XXI para el liberalismo fueron populistas corruptos y mentirosos seriales.
Claro que cuando uno se detiene y piensa no logra entender cómo es posible que cuando se está mal, sin progreso ni crecimiento se crea que se está bien y cuando su familia disfruta de la vida se está mal. No se entiende.
Manuel Ortiz Pereya supo decir: “El pueblo que ha concurrido a la escuela argentina ha aprendido una cantidad de conocimientos de historia, geografía, literatura y otras materias, pero ignora de un modo absoluto su situación real y actual del pueblo encadenado a una dictadura económica que lo hunde silenciosa e implacable en la miseria, el hambre, la corrupción y el crimen”.
Esta reflexión no es nueva, pero parece de ayer. Y explica porque la opinión pública se entretiene con programas sin contenido, con realities armados por los noticieros, justifica al poder y no reclama por sus derechos y necesidades.
Que un presidente confiese que ha mentido, que se descubra que ha evadido y que no tenga el repudio mayoritario no solamente habla mal de los habitantes de ese país sino que los mismos están predispuestos a aceptar cualquier acto proveniente del poder, incluso que desdeñe sus derechos conseguidos por gobiernos vituperados por los mismos que hoy aplauden a este ejecutivo de facto votado por la gente.
Cuando en la discusión de la sobremesa o en el café del barrio algún parroquiano justifique un gobierno antipopular deberá saber que sabe poco, que su conocimiento se interrumpe con la llegada de la cobardía a su mente o con el atropello de la ignorancia. La única justificación para esta manera de pensar es que los intereses en juego sean tan altos y tan importantes para su buen vivir que le importante poco hacerse el tonto.
El actual plan económico va rumbo al fracaso y con él, la gente. Nombres y apellidos para comparar con Prat Gay es redundante nombrar. Hablar de los Alsogaray, Cavallo , Martínez de Hoz es hasta aburrido. Pero como la historia en Argentina se repite en forma cíclica podemos retratar a un Scalabrini Ortiz que en su obra “Política Británica en el Rio de la Plata” escribía “Ferrocarriles, tranvías y teléfonos y el 50 por ciento del capital de los establecimientos industriales y comerciantes es propiedad de extranjeros. Todo eso explica porque un pueblo exportador de materias alimenticias puede haber hambre, ha comenzado a haber hambre. Es que ya al nacer el trigo y el ternero no son de quien los sembró o los crió sino del acreedor hipotecario, del prestamista que adelanto los fondos, del banquero que dio un empréstito al estado, del ferrocarril, de las empresas navieras, de todos menos de él”. El pensamiento no es de ayer pero parece. Y esto la historia oficial lo ignora. Nunca te cuenta que los procesos económicos que retrasan al país se reiteran y cuando ocurren no son castigados. No solamente son bien tratados si no que sus nombres y apellidos figuran en plazas, avenidas y equipos de fútbol.
Pero muy a pesar del esfuerzo que realiza el poder para anestesiar al pueblo este en un rincón de su cerebro y en el medio del corazón entendió, comprendió y sonrió con Perón y Evita y disfrutó con Néstor y Cristina. Para los escritores del sistema y los medios dominantes ellos fueron los políticos populistas y más corruptos del país todo, atrás quedan Videla, Onganía, Mitre, Aramburu, Uriburu, Justo y Rojas.
A pesar de todo y como diría Scalabrini Ortiz: “El pueblo escucha, mira, coteja y continúa en silencio su tráfico habitual. El pueblo tiene esos desplantes de gran señor por que la conciencia del pueblo sabe a dónde va aunque lo ignore cada uno de los individuos que lo componen”.