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Zoncera entreguista

Por Simón Radowitsky

Entender la posición ideológica de Macri no es novedad desde siempre su posición antinacional fue públicamente conocida. También sabemos cómo se presentaba en la Embajada destacando su afiliación cipaya con un desdén tilingo sin igual.

Esta idea se refrenda con la llegada de Obama el 24 de marzo del 2016, todo un símbolo. Antes un Paul Singer agradecido con el pago prontamente efectuado por el cipayo ministro de hacienda expreso “Macri es el campeón de la democracia”, además de una serie de calificativos positivos luego del injusto pago argentino que entro en sus arcas.

Más recientemente, el 6 de setiembre Clarín en una nota firmada por Paula Lugones  contaba la crónica donde el vicepresidente Joe Biden, en el marco de la XX Conferencia de la CAF (corporación andina de fomento) y el Inter American Dialogue halagó al hijo de Franco Macri. En esta cita anual realizada en la capital yanqui que vela por la  relación del país del norte con el continente, Biden declaró: “Macri cambió la vieja agenda e hizo retornar a la Argentina a la comunidad internacional”. Además destacó que ambos países serian socios en áreas de inversiones, energía y seguridad.

Este tipo de declaraciones entre ambos países no se escuchaban desde la década de los 90´. Menem y las relaciones carnales motivaron el enamoramiento del primer mundo con nuestro país y determinaron una década perdida para la sociedad toda.

También éste vínculo fue extensivo a todos los gobiernos militares y aquellos de tinte liberal. En todos ellos el argentino perdió, como lo está haciendo ahora.

No muchos gobernantes se plantaron frente al imperio. En su momento y antes de las elecciones del 46´ Perón se encontró con el embajador Braden y producto de esta reunión, el General en un acto realizado en el Colegio Militar dijo: “Si yo entregara el país, me dijo un señor (Braden) sería el hombre más popular en ciertos países extranjeros. Yo le conteste, a ese precio prefiero ser el hombre más oscuro y desconocido de los argentinos porque no quiero llegar a ser popular en ninguna parte del  mundo por haber sido un hijo de puta en mi país”.

El ejemplo de Perón recién se repitió en el 2005 cuando en Mar del Plata, frente al presidente Bush y contestando al plan Alca en la Cumbre de las Américas, Néstor Kirchner se plantó y dijo: “Nuestros pobres, nuestros excluidos, nuestros países, nuestras democracias ya no soportan que sigamos hablando en voz baja, es fundamental hablar con mucho respeto y en voz alta, para construir un sistema que nos vuelva  a contener a todos en un marco de igualdad y nos vuelva a devolver la esperanza y la posibilidad de construir un mundo distinto y una región que este a la altura de las circunstancias que sé que los presidentes desean y quieren”.

De ese reclamo al imperio en el 2005 pasamos a la sumisión macrista. De una economía nacional con base en el mercado interno pasamos a importar dulce de leche de China. De un tiempo donde los derechos eran protagonistas en la sociedad a una época donde la estrella es la obligación. De una etapa donde el país comenzaba a despegar del tercer mundo pasamos a la entrega total de bienes y valores.

No todo es igual. No fue lo mismo Perón que Menem ni tampoco Macri que Néstor. La actualidad nos marca una serie de medidas antipopulares donde los medios dominantes más aquellos extranjeros nos dicen que el camino es el correcto mientras la desocupación y la pobreza siguen aumentando en forma cotidiana.

Ni siquiera los discursos son parecidos. El recuerdo de Macri serán frases como la “revolución de la alegría”, “uno más uno es tres”,” te lo debo”, o una decena de fallidos propios de aquellos hombres con escaso contenido intelectual. En cambio, de Néstor Kirchner nadie olvida cuando decía un poema de Joaquín Areta: “Quisiera que me recuerden sin llorar ni lamentarme, quisiera que me recuerden por haber hecho caminos, por haber marcado un rumbo, porque  emocione su alma, porque se sintieron queridos, protegidos y ayudados, porque interprete sus ansias y canalice su amor. Quisiera que me recuerden junto a la brisa de los felices, la seguridad de los justos, el sufrimiento de los humildes. Quisiera que me recuerden con piedad por mis errores con comprensión por mis debilidades, con cariño por mis virtudes. Si no es así prefiero el olvido que será el más duro castigo por no cumplir mi deber de hombre”.

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