Volvió la Jefa y habló alto, claro y fuerte.

Por Margarita Pécora B. –
La semiótica en el acto político nos enseña a detectar a través de las palabras, los signos y los gestos, esos mensajes que tal vez no perciban con facilidad todo tipo de audiencias. Desde mi percepción, Cristina Fernández lanzó fuertes señales al país, en su breve pero contundente discurso en el Estadio Unico de La Plata, dirigidas a los actores de la política tanto de afuera, como de adentro del espacio que encabeza. También Alberto emitió sus señales, ratificando la unidad, que ahora deja desorientados a los que se frotan las manos deseando un “divorcio” presidencial que han estado gestando de manera infructuosa.
Alto, claro y fuerte habló Cristina, cuando aprovechando su tiempo en la palabra, se plantó sobre sus envidiados pies «talle 40», y lanzó la sugerencia-léase advertencia- “A los que tengan miedo de ser ministro o ministra, que vayan a buscar otro laburo. Necesitamos gente que los sillones que ocupan sea para defender definitivamente los intereses del pueblo”.
Y los destinatarios de ese mensaje, saben mejor que todos nosotros, que Cristina no necesitaba mencionar sus nombres ni apellidos, porque el termómetro de la sociedad va diciendo quiénes son los que no están a la altura de la misión histórica que les encomendó este gobierno en las carteras ministeriales o secretarías, que van acumulando falencias o inoperancias, justo en momentos tan complejos como los que atraviesa el país.
La Cristina del discurso sin medias tintas está de vuelta, diciendo con propiedad que “el lawfare es para disciplinar a los políticos, para que nadie se anime a hacer lo que tienen que hacer y tenga miedo de firmar o autorizar”; y lo dice la dirigente política más perseguida por una justicia al servicio de la derecha residual más reaccionaria que queda en la Argentina, la misma que ha forjado de acero el carácter de Cristina, para poder lidiar con tantos ataques y persecuciones.
Si alguien pensó que la vicepresidenta quedaría limitada a su cargo como presidenta del Senado, o a comunicaciones epistolares donde ha dicho lo que piensa sin cortapisas, ya pueden convencerse de que no será más así. Cristina salta por encima del estrado y aparece cuando menos algunos lo piensan, para formar la dupla potente y necesaria, junto a Alberto, y dirigir en estos tiempos difíciles, los cambios que anunció, como el del sistema de Salud de la Argentina, que responden a la cobertura de la política social; y lo que consideró otro gran desafío; “alinear salarios y jubilaciones, precios y tarifas”, bajo el fundamento de que “aquí la actividad económica la mueve la demanda, y no hay otra manera de hacerla que a través de salarios y jubilaciones y con precios de alimentos accesibles.
Alberto cerró esta postal de unidad junto a Cristina, al afirmar “Estar separados es un error. Estamos aquí porque hace más de un año decidimos estar juntos, y un año después estamos tan juntos como siempre.
Por estas horas la fracción mediática más rabiosa, esa que obsesivamente pronuncia el nombre de Cristina cien veces en un mismo programa, está pasando por el tamiz del odio el discurso de la vicepresidenta para desdoblar su mensaje y manipular a la audiencia; otra parte del periodismo, los que tienen criterio y respetan su profesión, analizan la proyección de este discurso y este acto como lo que es: una señal alta, clara y fuerte desde la semiótica en la política de que no van a poder contra un gobierno que estuvo 12 años gestionando un modelo nacional y popular, y no habrá lawfare capaz de apartarlo de esa ruta.




