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Por Gabriel Princip.

Salvo en el campo oficialista, en el resto del ejido argentino la frase: “Como estamos retrocediendo” se repite en cada café, radio, esquina, peluquería, platea o sobremesa. Y el retroceso es evidente. Hace un año, el poder sindical discutía si era correcto o no el impuesto a las ganancias a los asalariados, lo hacía desde el convencimiento que el desempleo era una etapa superada en la Argentina. Hoy, el nuevo modelo castiga al obrero y los popes sindicales terminan festejando un miserable bono de fin de año después de un año donde la desocupación y la pobreza nos llevó en la memoria al 2001.

Un modelo perimido hoy desgobierna el país. Unos empresarios se hicieron cargo de un plan hambreador que sólo sostiene la ética y la conciencia de los plutócratas, cipayos y tilingos. Un modelo que desbasta a los trabajadores y los convierte en serviles y elimina a los indigentes. La clase media no entiende lo que pasa, pero sabe a ciencia cierta que donó su voto a su verdugo.

En “La Comunidad organizada” Perón se encarga de señalar que todo intento de generar movimientos regresivos en la historia es una condena al fracaso. No se sabe a ciencia cierta hacia donde se dirige el destino de los hombres. El fascismo, por otra parte, deseó frenar la historia mediante un juego corporativo que anulara la función de los partidos políticos. El siempre quedó a salvo, más allá del desquicio que propusieron los iluminados de la derecha verticalista que buscaron en el movimiento una forma de vida que nunca estuvo realmente en los lineamientos peronistas”.

Todo proyecto neoliberal, al estar anclado en el capital especulativo financiero, es un retroceso respecto del proceso de liberación que la política justicialista pretende desde la alianza burguesía nacional-tecnología-pueblo.

Perón citó esta triada en “La comunidad organizada” porque “entendemos que la esencia del justicialismo pasa por un reformismo burgués liderado por un estado presente en las decisiones económicas y geopolíticas”.

La actualidad marca un retroceso inaudito, pero no sorprendente. Desde siempre se sabe que estas políticas solo son útiles a las corporaciones, el imperio y sus cadetes la oligarquía nacional.

A simple vista se puede probar las diferencias entre un gobierno y otro. Cuando uno habla de la gestión K sucintamente debe decir que por lo menos 100 medidas fueron trascendentales en los últimos 12 años que la derecha lo resume en una falacia “se robaron todo”.

Dentro de esas 100 medidas se puede mencionar la jubilación del ama de casa y hoy no está, el fútbol para todos que ya cesa, el crecimiento a tasas chinas que hoy está ausente, el plan procrear, hoy suspendido, los precios cuidados y el Ahora 12, el pago al FMI que cambió con el endeudamiento actual e innecesario. La renovación de los trenes, la ciencia a full, el despegue de dos satélites que hoy tienen mandato cumplido, el voto a los 16, el aumento a los jubilados, y la presencia de la política nacional por sobre la economía. El plan K trajo la alegría que hoy también desapareció, copó plazas para el festejo y el chori y empoderó a un pueblo. Hoy estamos en libertad condicional con miedo a la inseguridad y a la policía y a la gendarmería. Sin fútbol, sin trabajo, con pobreza, tristeza, enojo y con la única esperanza que algún día la pesadilla concluirá para la felicidad de las mayorías. Las mismas que siempre han trabajado, no se llevaron nada y hoy son infelices por el poder de unos viejos carcamanes liberales y un empresario caprichoso.

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