UNO POR UNO

Por Carlos Galli.
Dos personas, una con un inmenso poder, la otra, con casi nada. Una con millones de seguidores, la otra, los junta en un locutorio.
Una con millones de votos, la otra, sin caudal electoral.
Una cuasi estadista, la otra, con escaso abecedario verbal, una verborragia llena de confusiones.
Una que colma los estadios, la otra, ni siquiera lo intenta, porque sabe que las tribunas estarán vacías.
Una admirada y odiada, a la misma altura la balanza está equilibrada, la otra, directamente ignorada.
Una será recordada por la historia, la otra, indefectiblemente, será olvidado, o recordado como el peor Presidente de la democracia.
Una convoca multitudes, llena calles y avenidas, la otra, con el Pasaje Barolo alcanza y sobra.
Una es seguida por cientos de miles de jóvenes, la otra, no le llega a la juventud ni a los mayores.
Una como el fútbol, es pasión de multitudes, la otra es un torneo intercountry.
A una la oyen eminencias, la otra, lamentablemente ni lo escuchan.
Son el agua y el aceite. Una es una catarata de emociones, la otra es un arroyo seco.
Una es un avión supersónico, la otra, una avioneta de cabotaje.
Una es un crucero de lujo, la otra una balsa de madera vieja.
Una es la Cordillera de Los Andes, la otra un montículo de tierra seca.
Una es una Ferrari, la otra un Fiat 600.
Una es un tsunami, la otra una brisa de verano.
Una es una tormenta eléctrica, la otra, es un chaparrón, un pequeño chubasco.
Una es una política de raza, la otra, un pésimo operador político.
Una es como una moneda de oro de un barco pirata, la otra no llega a ser un chelín.
Por eso, uno más uno, no SIEMPRE es DOS. En este caso, una es una. Y la otra, es casi la nada misma.
Yo, en lo personal, no apoyo ni a una ni a la otra.
Pero sí, marco las diferencias. No puedo negar lo que está a la vista. Más allá que no apoye a ninguno de ellos. Aunque ninguno de ellos necesiten de mí. Claro, yo tampoco necesito de ellos.




