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Una causa por aquí, otra por allá

Por Gabriel Princip

El modelo económico impuesto por la derecha en la voz y rostro de Mauricio Macri y elenco hacen prácticamente insoportable la vida a la mayoría de los argentinos. Para ir en auxilio de la clase media se le ofrece pan y circo, claro que al precio del pan, hoy es solo circo y no es el fútbol como en otras épocas.

En la actualidad el anti peronismo del poder judicial, la herramienta que tiene el poder para entretener al que avala tarifazos y paga impuestos: el inocente odiador de media clase. Para ello tira a la cancha jueces y fiscales disfrazados de probos para que sus aliados mediáticos recojan las barbaridades que escupen sus bocas para llevar adelante un linchamiento judicial mediático con todo aquel que suene a K.

Pero a no ser ingenuos que aquí tranzan las corporaciones y la oligarquía para colocar la escenografía de este triste espectáculo. Jorge Abelardo Ramos escribió: “La sociedad oligárquica no ha dejado en su estela histórica más que parálisis, manías imitativas, poesías traducidas y argentinos descontentos con su país”.

Quizás esta pincelada del histórico colorado Ramos sea la idea real de cómo se instala y construye una realidad ficticia para llegar a un objetivo final del desprestigio total del gobierno anterior, la única manera que les cierre el modelo económico. Al menos, la clase media empobrecida ve activos los tribunales con los integrantes de la gestión K y eso los pone contentos, fantasía un globo militante.

Pero para llegar a la idea final hace falta un aparato cultural que pretenda controlar, o al menos dirigir, el pensamiento de un país que distribuye prestigio entre ciertos habitantes del mundillo intelectual. En campaña podíamos hablar de Beatriz Sarlo, hoy de Fernando Iglesias, siempre ayudados desde el mundo político por Elisa Carrió.

Claudio Díaz en el Manual del Anti peronismo dice: “Lo hace para que los postulados que sostiene tengan consenso en los sectores sociales a los que necesita dominar con su discurso, valiéndose del aparato de prensa y la propaganda conformado por editorialistas políticos, periodistas, escritores y difusores de ideas o pensamientos”. Continua Díaz: “Todo comienza cuando ese sistema mediático decide conceder aquel crédito y dictamina que tal o cual personaje es moral, ideológica y políticamente un dechado de virtudes, exquisito, insuperable y notable analista del mundo y de la vida”.

Y así se prepara el terreno para este conjunto de notables ocupen la caja boba y cuando te querés acordar tenés diputados, fiscales, artistas, deportistas y periodistas pidiendo juicio y castigo. Así vemos, en cuanta imagen se habilite, el pedido del poder para que todos ayudemos a la lluvia de imputaciones contra Cristina, Moreno, Aníbal y demás integrantes del anterior gobierno.

Esto ya pasó. Perón cayó en 1955, la oligarquía preparó el terreno de la misma manera que ahora, se decretó la ley 4161 para prohibir la pronunciación de Perón y se le armaron 50 causas que finalmente fueron todas levantadas en 1971. El objetivo se había cumplido: el desprestigio del peronismo.

Hoy pasa lo mismo, mismo objetivo, mismo origen. Para completar la idea faltaría un escritor que imite a Borges y tenga declaraciones grandilocuentes para con Cristina.

Juan José Hernández Arregui supo escribir: “Un Borges, ese cadáver vivo de sus fríos versos  que dijera Lope de Vega hinchado todos los días por la prensa imperialista. Y que ni siquiera mercería ser citado, si no fuese porque es la entalladura poética de ese colonialismo literario afeminado y sin tierra al que hacemos referencia. Poeta del imperio británico, condecorado por Isabel II de Inglaterra, ha declarado hace poco: “si cumpliese con mi deber de argentino debería haber matado a Perón”. El desmán seria para reírse si no fuese, como lo hemos expresado, porque detrás de estas palabras pierrotescas se mueven  las  miasmas oscuras del coloniaje”.

El recorrido por la oligarquía hoy es el mismo. Los intelectuales amarillos siguen la línea de Borges con menos talento. El público, por un lado, recibe el deseo del imperio de ver  tras las rejas a aquellos que ampliaron derechos pero fueron sentenciados por los medios como corruptos. Por otro lado, el pueblo mira por TV con absoluta creencia en sus líderes y con demasiada tristeza por ser castigados por haber sido felices por una década.

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