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Opinión

UN VIRUS QUE NO TIENE CURA, LA IDIOTEZ

Por Gabriel Princip.

En el sexto día de cuarentena El trompetín en su portal tituló, “Otra jornada con colapso de tránsito y problemas para ingresar a la ciudad”. El matutino preferido de Pinocho y la causa amarilla avanzó hacia el cerebro gorila sin tener en cuenta, en el titulo catástrofe, que habían entrado a la Capital 122 mil personas en contra de los 9 millones habituales. En una palabra ingresaron menos del 2 por ciento que lo habitual y el título fue colapsa el tránsito. La idiotez en grado sumo.

Pero todo no termina acá. Los soldados de la derecha están muy bien entrenados. El mismo día, el docente que trabaja de profesor de gimnasia, Fernando Iglesias, hoy diputado, tuiteó al mundo que el peronismo aprovecha la pandemia para que no haya democracia en la Argentina. Un idiota y más allá.

Todos sabemos que el día tiene 24 horas. En esa misma jornada, un rubiecito de 27 años a bordo de un auto modelo 98 y con escasa inteligencia desafió al virus y al trabajo de contención que realiza el gobierno de Alberto Fernández. Pasó la frontera desde Brasil, donde dejó a su novia, llegó a Buenos Aires sin permiso alguno y con una tabla de surf en el techo del auto. Una vez que la policía lo detuvo con ayuda de los medios ejerció su derecho a la estupidez acusando a los periodistas y agentes de propagar al virus optando por una defensa sin sentido alguno. El hombre fue conducido hacia su domicilio en Flores con guardia policial para realizar su cuarentena y cuando apenas los agentes del orden dejaron el lugar, abordó el auto rumbo a Ostende. El idiota nunca supo que había una cámara barrial donde la justicia se enteró y ordenó su captura. Hoy está detenido en Ostende cumpliendo con la cuarentena y apenas termine enfrentará una causa durísima que lo llevará a la cárcel. Otro amarillo más, un idiota más, un ser pensante menos.

Casi un millar de detenidos en esa jornada donde la mañana se disputaba la agenda periodística entre el intelectual Iglesias, el libre pensador de Ostende y la octava maravilla del saber político Laura Alonso. La abogada que nunca fue criticó en velocidad cibernética a los médicos cubanos. Macri, su jefe, amo y patrón le había ordenado la misión. “Los médicos vienen a espiarnos” contó la ex funcionaria que cuando se aquiete la pandemia irá con sus huesos a la cárcel. En este mismo tema, el Jerry Lewis argentino, el humorista que emocionó durante décadas al argentino medio, Juan Acosta, contaba en modo tuit que quería médicos de Harvard y no cubanos. Maestro, yo también quiero a Messi jugando en Racing y acá estoy. El idiota no entiende que la medicina de Harvard no es la top que él cree pues es, ya que existe una especie de pre escuela de la medicina, algo básico. No sabe que los muertos en Estados Unidos pasaron el millar y que Trump recomendó un remedio de más de cien años y cuando un votante suyo lo probó, murió. Tampoco entiende que Cuba posee una de las mejores medicinas del planeta.

Por suerte, y pesar del virus, el día tiene 24 horas y dejamos de alimentarnos mediáticamente de las sandeces de gente que apoyó un gobierno que degradó al ministerio de salud, que escondió las vacunas y que saqueó hasta el aburrimiento. La recomendación desde este lugar del pensamiento nacional es que la justicia y la legislatura actúen rápidamente. Los diputados deberían tratar como proyecto de ley la encarcelación inmediata del idiota público y mediático al primer pensamiento emitido y tuiteado. Y la justicia debería cumplir, en tiempo y forma, para que todos los idiotas acusados sean deportados en forma rápida al Brasil. Allí el presidente es el más idiota del planeta.

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