Por Gabriel Princip
Desde que asumió Mauricio Macri la presidencia el país no tiene un norte. La economía golpea sin cesar el bolsillo del trabajador. La clase alta interpreta a viva voz la revolución de la alegría y el sistema apoya a rajatabla a un ejecutivo sin carisma, sin rumbo pero con la alianza de la prensa y la justicia.
Desde el lejano diciembre a estos días vivimos en cadena nacional cada acto judicial. Los Lanata se escapan con un revolver de madera y dos policías en chancleta los capturaron. Una semana mediática atrás de un paso de comedia.
Luego el turno de la diputada Milagro Sala. Miles de operaciones mediáticas para asegurar que Sala vaya a prisión sin saber por qué. Si se comprende que los fueros solo sirven cuando el imperio quiere. Las fuerzas populares, progresistas, el Papa y cualquier habitante con sentido común establecieron una queja que los oídos presidenciales no detectaron.
Desde ahí y hasta estos días cualquier K que haya pertenecido al gobierno se encuentra en situación carcelaria. Porque no se sabe, pero la persecución iniciada por la derecha solo rememora a los militares del 55´ o los del 76´. Aníbal Fernández, de Vido, Kiciloff, Abal Medina, todos citados pero la presa más requerida es Cristina.
El estado vigilante en la persona del juez de la servilleta Claudio Bonadío la imputó por el dólar futuro. Una medida de gobierno, no un delito, una acción donde sacaron provecho todos los miembros del gabinete nacional pero la villana es Cristina.
Con este estado policial uno empieza a buscar terminología adecuada y hacer historia con aquellos políticos, escritores y militantes del campo popular que dieron su vida o fueron detenidos por los caprichos de la derecha.
Luego de la guerra fría, en la década del 50´, existió en los Estados Unidos un senador llamado Joseph Mc Carthy que inició, en la sociedad, una persecución anticomunista. Artistas de la talla de Charles Chaplin fueron perseguidos. Este senador originó el término macartismo que hoy sirve para adjetivar cualquier persecución ideológica por parte de los gobiernos. En esos tiempos, el sinónimo fue la caza de brujas y Arthur Miller, el gran escritor, se inspiró en este hecho para escribir “Las brujas de Salem”.
¿Hoy hay caza de brujas en la Argentina? La respuesta es sí. Si trabajaste en el estado y tenés olor a peronista tu futuro está en la calle. Si sos fiel defensor de la gestión K y vas a un programa con panelistas serás deglutido cual piraña hace con sus víctimas. Si fuiste funcionario, algún detalle se va a encontrar para que visites Devoto o Caseros y la justicia fiel aliada del gobierno dará fácil cuenta ya que además tendrá el apoyo mediático.
Elisa Carrió es el Matute de la política, quizás el Gorgory. Denuncia a cuanto enemigo se le cruza. Si es K mejor, pero también se mete con los hombres del presidente que no le caen simpáticos. Esta denunciadora serial se convirtió en el vigilante del gobierno, una Gestapo del subdesarrollo.
Cristina levanta multitudes gana en presencia y va rumbo a cualquier triunfo electoral. La única salida para la derecha es llamar al policía y que le plante una prueba para detenerla. No hay forma de justificar este modelo que no sea confundiendo a la gente con la persecución ideológica y detenciones insólitas.
Pero lo que estamos viendo ya se observó antes. En el 55´, el decreto 4161, los fusilamientos de José León Suárez y listas negras. Luego en gobiernos en teoría democráticos encarcelaron a escritores y filósofos. Tal es el caso de Juan José Hernández Arregui. En abril de 1962 fue detenido. En mayo el diario Democracia publicó declaraciones suyas: “Siento asco, como argentino, por esta ola de macartismo libertador con que se intenta silenciar y vejar el pensamiento nacional. Siento vergüenza ante estas acusaciones de fascismo o comunismo con que se engloba, ayer como hoy, a los abanderados de la liberación nacional.
De fascistas fueron atacados patriotas como Scalabrini Ortiz. Hoy le llamarían comunista, he ahí el destino de los que luchan partiendo de nuestra propia realidad nacional y no de rivalidades extranjeras, por una nación soberana y una patria libre. En lo que a mí respecta, de los libros se me ha arrojado a la lucha. No es mi persona la que ha sido humillada. Bien se que el odio es contra las ideas nacionales que defiendo. Ideas ya separadas de mi y por lo tanto libres, pues están incorporadas al margen de mi voluntad, el proceso ideológico de la liberación nacional y a las ideas, señor, no se las encarcela”.
El estado vigilante siguió viajando en la década. Tuvo paradas largas en el onganiato y parecía que la terminal era el proceso militar. Allí solamente del mundo de las letras dejaron la vida hombres como Rodolfo Walsh y su hija Victoria, Ortega Peña, Silvio Frondizi, Héctor Oesterheld, Dardo Cabo, Alicia Eguren de Cooke que fue arrojada viva de un avión, Rafael Perrota, Paco Urondo, Edgardo Sajon, Haroldo Conti, Raymundo Gleyzer y Guillermo Bettanin, mas 29.900 inocentes.
La derecha sigue vigilando, parte de la clase media sigue odiando y pidiendo, si no hay plata, que haya cárceles llenas, mano dura y resentimiento por doquier.
De esto se encarga Elisa Carrió y el gobierno. El modelo sólo cierra con represión, violencia y diarios completos de operaciones judiciales en contra de aquellos que son culpables por no ser obedientes a la oligarquía.
Cristina Fernández sigue su marcha. El afecto de la gente es su combustible. El PJ no adquiere ni pretende un compromiso frente al pueblo y la derecha no sabe qué hacer con los líderes populares en especial con la ex presidente. Si por obra del destino o algún sicario Cristina muere, se convierte en mártir. Si es apresada por el juez de la servilleta el
“17 de octubre, Parte II” volverá a la primera plana y si la justicia cumple con su rol y queda libre volverá a la presidencia. Es cierto, a pesar de todo, la derecha está en problemas.