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Un golpe con la plaza vacía

El 24 de marzo de 1976 no éramos más de trescientas personas en Plaza de Mayo. La situación era de alta tensión y el diario La Razón, que era manejado por los servicios de inteligencia de ejército, ponía en su tapa “Está todo dicho”.

Cuando llegamos a la Plaza vimos a un grupo con la bandera comunista y al acercarnos nos enteramos que pertenecían al Partido Comunista Revolucionario de Otto Vargas, eran los maoístas que coincidían con los pocos peronistas que estábamos en la Plaza, y que teníamos conciencia de lo irreparable de un golpe de estado.

En realidad, era el único sector de izquierda que no fomentaba el golpe. Por aquellos años Montoneros sostenía que el golpe militar contra Isabel ayudaría a que el pueblo se levantara en armas. Esta lectura equivocada la compartían otras organizaciones guerrilleras.

El ERP ejército Revolucionario del Pueblo, decididamente antiperonista, hacía rato que cuestionaba la democracia, incluso en vida de Perón.

El movimiento obrero había experimentado los pedidos y a pesar de beneficiarse con la Ley de Contratos de Trabajo, la dirigencia sindical exigía cada día más.

Por otro lado el entorno de la presidenta de algunos funcionarios y ministros como Deheza, yerno de Lonardi, que nunca le hizo llegar a Isabel la inquietud de las Fuerzas Armadas porque él había interpretado que no eran importantes, componían un cuadro muy difícil.

La otra parte la hizo Celestino Rodrigo, un funcionario de carrera del Ministerio de Economía, que, empujado por López Rega llegó a ser ministro y provocó una gran devaluación que se conoció como “el rodrigazo”.

Después, ministros como Robledo, que respondían a la masonería, también hicieron su parte.

A la presidenta María Estela la entornaban las mujeres de los comandantes; las esposas de los futuros dictadores sacaban todas las ventajas posibles del gobierno.

Cafiero había sugerido que había tres generales que eran adictos, las Tres V: Vilas, Viola y Videla. Otro error de cálculo grave.

Lo que se siguió complicando cuando se nombro jefe de la Policía Federal al general Harguindeguy.

Todo era muy confuso. La guerrilla asesinaba y la Triple A contrarrestaba. En ese clima la primera mujer presidente, cuando solo faltaban seis meses para las elecciones, sufrió un artero y traicionero golpe de estado.

El gobierno peronista había bajado la deuda externa de 11.000 millones de dólares a 8.000. había nacionalizado las bocas de combustible. Todos los surtidores del país eran de YPF que era una empresa estatal. Y la Esso y la Shell, si querían seguir en el negocio petrolero, tenían que hacer lo más caro, el cateo.

Aerolíneas Argentinas anunciaba su vuelo transpolar, llegando de Buenos Aires a Tokio en 12 horas, sacándole el negocio a los petroleros de Los Ángeles, porque el vuelo ahora era directo.

Por mencionar simplemente algunas de las conquistas y de los aciertos que fueron realmente las causas del golpe. El gobierno cayó por los aciertos, y no por los desaciertos, que eran varios.

De golpe Sali´p Lorenzo Miguel y dijo que todo estaba controlado. A las pocas cuadras lo detuvieron lo mandaron al barco junto con varios dirigentes. La Marina le salvó la vida. Si hubiera caído en manos del Ejército sería un desaparecido más.

Los mismos que se animaron en 1955 lo hicieron en 1976. Otra vez los presos serían peronistas, y la mayoría de los muertos, también.

La CONADEP comprobó 8961 desapariciones y 380 campos clandestinos de detención.

El puñado que estábamos en Plaza de Mayo teníamos poco para hacer. Todavía resonaban las palabras de Ricardo Balbín en el Concejo Deliberante de Vicente López, cuando citando al poeta dijo “Todo enfermo tiene cura cinco minutos antes de la muerte.

En La Plata, Vitorio Calabró, antiguo tesorero de la UOM y secretario de la seccional Vicente López, que había llegado al gobierno integrando la fórmula con Bidegain, ejerciendo la máxima magistratura provincial, había convocado un acto en La Plata, tiempo antes, en contra de Isabel. Y se había anotado en su relación con Massera, imaginariamente, para ser ministro de Bienestar Social de los golpistas.

A Bidegain lo echó Perón después que la guerrilla tomara el cuartel de Azul. Sin Perón, Calabró quiso echar a su esposa.

Firmenich, el jefe de Montoneros, vive en Barcelona y dicta clases como profesor.

Videla y Massera murieron, igual que Calabró. Isabel guarda silencio de la increíble conjura.

Nos saludamos y nos retiramos de la Plaza. Bajamos por Avenida de Mayo y dos compañeros que venían en dirección contraria nos pidieron que nos protegiéramos porque la razzia venía fuerte.

Era el 24 de marzo de 1976.

En la Plaza éramos un grupito. Horas después lo que no defendimos en las calles trajo muerte y dolor, y la propia destrucción de las Fuerzas Armadas.

Hoy al país le faltan dos generaciones y Fuerzas Armadas para su defensa.

Nunca escuchamos a Martín Fierro… los hermanos sean unidos, esa es la ley primera, porque si no, los devoran los de afuera.

Perón vive en cada argentino que sigue soñando con la Patria libre, justa y soberana.

Esto pasó el siglo pasado. Que no se repita.

MIGUEL ANGEL DE REMZIS

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