Opinión

Un gendarme inmoral, impone sanciones a pueblos indefensos.

Por Margarita Pécora B.  –

Se escriben estas líneas, desde la ‘zona crítica’ que es hoy la capital de la mayor de las Antillas, Cuba, cuyo pueblo sufre, víctima de la mayor crueldad que ha podido perpetrar el gobierno estadounidense erigido a lo largo de la historia como gendarme del mundo.

Escudándose en el anticomunismo o en la  defensa de los derechos humanos, la potencia occidental que, dicho sea de paso, está dando coletazos de impotencia ante la pérdida de la hegemonía mundial que ve pasando a manos del gigante asiático, mantiene y arrecia a su antojo diversas sanciones de tipo económicas, comerciales y financieras contra Cuba, que significan un verdadero cadalso, o huracán arrasador para el pueblo de la Isla.

Y lo peor es que los gobernantes de ese país erigido en gendarme mundial, – Donald Trump antes, Joe Biden ahora, carecen del menor prestigio internacional, ni de moral, porque entre otras cosas,  enfrentan investigaciones judiciales por apropiarse de documentos clasificados, algunos de los cuales ya se conoce que  trataban asuntos de vida o muerte de determinados países.

Más del 80 % de la población cubana actual ha nacido bajo el bloqueo. Ello nos da la medida del prolongado sufrimiento de familias que resisten, viendo crecer a sus hijos entre carencias y penurias que no parecen tener fin.

No son postales de una ciudad bombardeada durante la II Guerra mundial, aunque se las compara con las que ofrece hoy la capital cubana. Son panorámicas reales del deterioro progresivo de una planta habitacional con hacinamiento y sin recibir  durante años ni una pulgada de material para restaurar lo más indispensable de una vivienda, lo que hace que varios edificios estén también en ruinas con peligro de desplome en el propio casco histórico.

Como complemento de tanto desastre provocado por obra y gracia también de las despiadadas  medidas del gobierno  del Norte y la mafia cubanoamericana,  las farmacias están vacías, al igual que clínicas odontológicas por falta de medicamentos y materiales quirúrgicos, lo mismo ocurre con las tiendas de productos industriales y comestibles cerradas y/o concentradas en otros comercios que ahora  distribuyen alimentos normados y donativos , según el número de la bodega al que pertenece cada familia, haciendo imprescindible, de todos modos, las molestas colas.

Un bolso de donación recién distribuido a las familias de la capital en enero, conteniendo arroz, un tarro de sardinas,  azúcar  y fideos,  revela la dependencia actual de Cuba de  la ayuda solidaria de países como  Brasil y Venezuela, que tendieron su mano al pueblo que resiste, mientras  la máxima dirección del país, apela insistentemente  a la iniciativa estatal y privada,  y   a lo que denominan  encadenamiento productivo, para resolver complejas ecuaciones  que conduzcan a producir en el tiempo más breve posible, las toneladas de alimento que necesitan los animales, por ejemplo los cerdos,  que aportan el cárnico más asequible al pueblo cubano durante décadas y  que hoy brilla por su ausencia.

Tres décadas han transcurrido desde que la Asamblea General de Naciones Unidas, comenzara a demandar, cada año, el cese de la política estadounidense, tipificada como un acto de genocidio y que tiene el efecto “de un huracán constante”. A pesar de recibir un rechazo universal, ese mecanismo de exterminio se mantiene, porque estas medidas crueles, los sucesivos gobiernos estadounidenses, las imponen contra los pueblos y no contra los gobiernos -como dijo recientemente el presidente argentino Alberto Fernández, al hablar en la 7ma Cumbre de la CELAC, donde condenó el bloqueo que Cuba sufre desde hace más de seis décadas. “Y que es imperdonable”, señaló el mandatario que además califico estos bloqueos como “métodos perversos contra los pueblos”.

Y no es que Fernández haya descubierto el agua fría ni mucho menos. Desde el siglo pasado, para ser más exactos desde 1950, con la entrada de Estados Unidos a la Guerra de Corea (entre Corea del Norte y Corea del Sur), se introdujeron las primeras sanciones económicas contra Norcorea, uno de los países más afectados, y se mantuvo hasta 2008.

Se dice que esta decisión buscaba debilitar el “apoyo de la Unión Soviética” hacia su aliado en el norte. Así introdujeron las sanciones a los Estados que no se alineaban a sus intereses económicos y estratégicos. Y así se quedaron las sanciones, y parece no haber fuerza en el mundo capaz de derribar esa medida perversa que impone un país poderoso a otros frágiles y vulnerables.

Las excusas más recientes de Estados Unidos para ejercer sanciones han sido la violación a los derechos humanos y el terrorismo.  A Cuba la pusieron en un listado de estados patrocinadores del terrorismo del gobierno de EE.UU.

En 2015 el ex presidente Barack Obama había sacado a la Isla de dicha lista en la que figuraba desde 1982 y consiguió un “deshielo” en las relaciones cubano-norteamericanas, permitiendo que ambos países reanudaran sus relaciones diplomáticas.

Pero eso duró poco. De nuevo el águila imperial se abalanzó contra la pequeña nación distante apenas 90 millas de sus costas, y le clavó las garras, no al gobierno, sino al pueblo cubano que sufre en carne propia las consecuencias de que EE.UU. haya vuelto a poner a Cuba en la macabra lista, donde se le acusa de manera inverosímil de acciones terroristas. Todas esas falacias quedan desmentidas con la noble labor de las brigadas de médicos cubanos que cooperan para salvar vidas en distintos confines del planeta. ¡Sólo a una mente perversa como la del enemigo imperialista de Cuba, puede generar semejante relato!

Pero lo más doloroso del acoso contra Cuba, es que lejos de levantarse el bloqueo económico, se sigue arreciando, al punto de provocar la emigración de un número significativo de personas, la mayoría jóvenes.

Y lo peor de todo es que el método de imponer sanciones económicas a los pueblos, Estados Unidos lo aplica contra todo el que “ose” no seguir la receta de su modelo capitalista de sometimiento neocolonial. No admiten que los pueblos soberanos, tienen el derecho a escoger el modelo de desarrollo que prefieran, no aceptan la realidad, que el mundo está cambiando, que la polarización tiene los minutos contados, y se viene un nuevo orden mundial. Solo esperar que termine el conflicto ruso-ucraniano y ya veremos cómo quedará repartida la torta.

Es hora ya de que el mundo reaccione e impida que Estados Unidos siga ejerciendo como gendarme mundial, que impone sanciones a todo el que se le antoja, y no pasa nada. Es hora de que los pueblos de Cuba, Venezuela, Irán, Iraq, Somalia, Corea, Yugoslavia, Birmania, Zimbawe, y otros tantos que hacen interminable la lista, junten testimonios para demandar a escala mundial a Estados Unidos, por el genocidio global que provocan con estas sanciones económicas  que significan un  disparo mortal al corazón de los pueblos.

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