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Terrorismo de Estado

Por S. Di Giovanni.

A medida que el proyecto del círculo rojo se consolida se nota más el desprecio de algunos dirigentes, otrora democráticos, por todo aquello que huela a peronismo. Los soldados de la causa oligárquica que se distribuyen en los partidos satélites de la derecha, más algunos infiltrados en el partido justicialista diseñan el desprecio y el odio sin mayor fundamento que la mitomanía y la envidia electoral.

La vergüenza transmitida en cadena el pasado 31 de octubre cuando Cristina asistió a los tribunales de Comodoro Py pocas veces fue vista. Centenares de uniformes para amedrentar a simpatizantes de la ex presidenta se exhibieron delante de la opinión pública, sólo para imponer el terror ante estudiantes, chicos, embarazadas, jubilados y periodistas.

Cipayos con el disfraz de legislador justifican y argumentan una política de seguridad donde se privilegia la detención de militantes decorando muros antes que la persecución a delincuentes. Alcahuetes bien pagos por el Martín Fierro difunden los pedidos del poder con los adjetivos más indecorosos sin posibilidad alguna de ruborizarse. El poder CEO no entiende de las variables democráticas y fragmenta la sociedad para esclavizarla.

La grieta siempre existió. La unión de los argentinos es, fue y será una utopía y máxime si los correveidile de la plutocracia deforman la realidad 24 horas al día en el ejido de los medios dominantes. La mala información y la mentira son padres adoptivos de la ignorancia.

Bertolt Brecht dijo alguna vez: “El que desconoce la verdad es un ignorante, pero el que la conoce y la desmiente, es un criminal”. Cuantos asesinos se encuentran en la clase media, clase que permite la miseria actual y culpa a la gestión anterior por pedido del actual gobierno.

El odio hacia el peronismo siempre existió, siempre partió de la oligarquía y tuvo al media clase como colaboracionista. El mismo que creció en el primer gobierno de Perón y lo culpó del ascenso de las clases postergadas. El mismo espacio social que bancó a un dirigente como Robustiano Patrón Costas cuando afirmó: “Lo que yo nunca le voy a perdonar a Perón es que durante su gobierno y luego también, el negrito que venía a pelear su salario se atrevía a mirarnos a los ojos. Ya no pedía, discutía”.

Frases como “Viva el cáncer” daban una idea acabada de la grieta existente en esos años. Los intelectuales tampoco se quedaban atrás. Rechazaban a Discepolín por haber adherido a la causa popular mientras otros fueron fervientes defensores del rencor. Ezequiel Martínez Estrada dijo: “Una característica sobresaliente de Perón, tanto en su campaña proselitista como en su programa doctrinario, es que recogió con minuciosidad del hurgador de tachos de basura, los residuos de todas las actividades nacionales, en los órdenes espiritual y material”. Además dijo de Evita “es una sublimación de lo torpe, lo ruin, lo abyecto, infame, vengativo, ofídico con un resentimiento contra el género humano propio de las actrices de terceros papeles”.

El odio del primer peronismo se vive en pleno siglo XXI. Escuchar a diputadas, ex radicales hoy de las más rancia pertenencia a la furiosa derecha, hacer uso indiscriminado de la mitomanía dan pena. La gente, algunos confundidos, otros parecidos a estas, salpican odio en las redes sociales y nos llevan a la conclusión que la energía negativa se repite igual que en los 40´ y en los 50´ porque la política de derechos hacia las mayorías fue similar.

Lo que decía Bertolt Brecht daba una idea del militante de la clase media, futuro presidente del club de odiadores. Brecht completa la síntesis de la media clase argentina con el siguiente pensamiento: “El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe el muy imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de los bandidos que es el político corrupto y el lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

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