Por Garcilazo.
Nadie duda en la Argentina que el actual sistema de gobierno habrá de terminar en una crisis financiera, a la vez es muy probable que esa depresión resulte ser terminal, ya que nadie refinanciará nuestras deudas mientras no cancelemos nuestros planes pendientes con todos los organismos internacionales, en consecuencia y de prolongarse en el tiempo este sistema perverso, el daño a padecer habrá de ser mayor, lo que se incrementará geométricamente año tras año, mes a mes y día a día.
Más allá de la coyuntura que vivimos, los parches con aumentos provisorios que corren siempre a pérdida detrás de la inflación, los amparos que suspenden pero no eliminan el aumento descomunal de las tarifas, la quita de subsidios y la apertura indiscriminada de nuestra economía, sólo dilatan el accionar nefasto de estas medidas criminales, encaminadas a la destrucción del aparato productivo, el capital nacional y el bienestar general, así las mínimas concesiones que concede lastimosamente el gobierno, no hacen más que prolongar en el tiempo su efecto destructivo, logrando con ello un efecto letal e irreversible.
Aunque parezca cruel es dable razonar que si el gobierno no atendiera ningún reclamo, manteniendo las actuales políticas y desoyendo el clamor popular, en muy poco tiempo el país colapsaría, pero el daño sería infinitamente menor que si se expandiera por dos, tres o cuatro años.
La oposición y lo que es aún más grave, gran parte del pueblo argentino está adormecido, el somnífero bebido durante la campaña electoral todavía no ha cesado en su efectos, así es muy poco lo que se puede hacer en estas circunstancias, por más que haya uno o varios iluminados que quieran detener este desastre.