SE ACABÓ LA JODA, PERO NO LA HIPOCRESÍA

Por Carlos Galli.
Mientras la mayoría de los ciudadanos del país, estábamos confinados y con “prisión domiciliaria”, sin ir a nuestros trabajos, ver a nuestros familiares y amigos, sin poder despedir a nuestros muertos. Sin la posibilidad de predicar y escuchar la palabra de DIOS, sea cual fuere la religión o doctrina que profesemos, porque todas las iglesias, mezquitas, templos evangélicos, o sinagogas, estaban cerradas. Mientras un padre vio morir a su hijita de once años, en sus brazos, porque no podía viajar en un servicio público. O mientras los padres de aquella joven cordobesa, que moría en un hospital, sin ver a sus viejos por última vez.
Mientras las Pymes bajaban sus persianas, y los bares, restaurantes, y comercios cerraban sus puertas, mientras el personal de la salud, hacían esfuerzos sobrehumanos para intentar salvar vidas y tantas otras cosas más que nos privaron con el argumento guionado que el Estado nos cuidaba, el Presidente y su esposa festejaban el cumpleaños número 61 del primer mandatario junto a varios “privilegiados”. Esto ocurría el 2 de abril del 2020, a tan solo 13 días de comenzada la interminable pandemia.
Al Dr. Alberto Fernández, le importó un bledo el DNU 297/2020, que él mismo rubricó. El profesor de Derecho, e insospechado presidente de la República, estaba de joda en la Quinta de Olivos. Parecería que no se da cuenta, que es un simple mortal, con una pequeña y estúpida cuota de poder que, felizmente tiene fecha de vencimiento.
El Presidente es un cadáver político. No llega ni siquiera a la categoría de zombi.
Si tuviera un poco de dignidad, debería renunciar, y hacerlo cuanto antes sería mejor.
Atenta a todo esto, está la vicepresidenta, que debería tomar el poder, ocupar el sillón de Rivadavia y solicitarle a su elegido aquel sábado a la mañana, cuando nos sorprendió a todos con su nefasta elección.
Presidente, se le acabó la joda. Lo que no termina es, su hipocresía.
La única alegría que le puede dar al gran pueblo argentino, es presentar su renuncia. Pero antes de hacerlo, si es que tiene algo de dignidad, tendrá que pedir perdón a la sociedad. Dé un paso al costado, y permita que gobiernen los que saben.
Si hace este «renunciamiento», entonces podrá estar de joda todos los días y en especial, todas las noches.
La Quinta Presidencial es un lugar donde se gobierna, no es para joder con sus amistades o los de la «Primera Dama».
Renuncie Presidente, y vuelva a Puerto Madero o donde prefiera elegir su lugar en el mundo. La Casa Rosada le quedó demasiado grande.
Una vez más le pido, si su soberbia y vanidad se lo permiten, pida PERDÓN a todos aquellos a los que tanto daño nos hizo.




