Rusia mostró su poder y estremeció a Occidente.

Por Margarita Pécora –
Creo que no alcanzan los adjetivos, para calificar lo impresionante que fue el Desfile de la Victoria en la Plaza Roja de Moscú por el 80 aniversario de la victoria sobre el nazismo. Fue una demostración de poder militar, pero sobre todo de cohesión y alianza entre potencias tan grandes como China y otros países euroasiáticos que se dieron cita en los eventos. Todo esto hizo que el desfile estuviera cargado de momentos emotivos que resonaron en la Plaza Roja y más allá, provocando conmoción en la OTAN.
Durante el evento, Rusia desplegó más de 180 unidades de equipo militar, incluyendo misiles balísticos intercontinentales Yars, sistemas de defensa aérea S-400 Triumph y drones Lancet y Geran. Este despliegue no solo mostró la capacidad operativa de Moscú, sino que también envió un mensaje de fortaleza en medio de las tensiones con Occidente. La asistencia de más de 20 jefes de Estado, incluidos los presidentes de China, Brasil, Venezuela y Cuba, subrayó que Rusia no está aislada, como algunos en Occidente han intentado presentar. La presencia de estos líderes refuerza la idea de que Moscú sigue consolidando alianzas estratégicas fuera del bloque occidental.
Otro factor que ha causado preocupación en la OTAN fue el discurso de Vladímir Putin, quien reafirmó la postura de Rusia contra lo que llamó la «distorsión de la historia». Putin enfatizó la importancia de recordar las lecciones de la Segunda Guerra Mundial y rechazó cualquier intento de manipular los hechos históricos. Un momento particularmente conmovedor fue cuando Putin, visiblemente emocionado, colocó ofrendas florales en la Tumba del Soldado Desconocido junto a líderes extranjeros que rindieron homenaje a los caídos en la guerra. Este gesto de respeto y memoria histórica contrastó con la imagen de fortaleza que suele proyectar el líder ruso, mostrando un lado humano que los halcones de la OTAN y Occidente difícilmente pueden comprender o expresar.
La aparición de los legendarios tanques T-34 fue otro momento impactante. Estos vehículos, símbolos de la resistencia soviética, encabezaron la marcha militar, evocando la memoria de los soldados que lucharon en la Gran Guerra Patria. Sin duda, este despliegue generó inquietud entre los observadores occidentales que presenciaban la impecable coordinación de las fuerzas rusas. También fue especialmente emocionante la interpretación del Himno de la URSS, entonado con un ímpetu y una fuerza extraordinarios, rememorando la unidad y el sacrificio del pueblo soviético. El sobrevuelo de aviones con los colores de la bandera rusa añadió un espectáculo visual impresionante, simbolizando el orgullo nacional y la continuidad de la tradición militar.
A pesar de las especulaciones de sus detractores, Putin no estuvo solo en el evento. La presencia de líderes internacionales, como Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y el presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, captó la atención mundial. De hecho, se comentó que Putin envió un avión para trasladar a Traoré al evento, un gesto de gran deferencia. En su reunión con Putin, Traoré manifestó su interés en fortalecer la cooperación con Rusia en ciencia, educación y tecnología, en busca de soluciones avanzadas para el desarrollo industrial y la formación de especialistas en su país. Su postura ha sido vista como un respaldo a la creciente influencia rusa en África, un continente en el que Moscú busca expandir su presencia.
Uno de los momentos más solemnes del desfile fue el minuto de silencio por los héroes caídos, donde toda la Plaza Roja se sumió en un respetuoso silencio para honrar a quienes dieron su vida en la guerra. Igualmente, el desfile de veteranos y soldados condecorados recordó la continuidad del legado militar ruso, evidenciando el compromiso del país con su historia y sus combatientes.
Para la OTAN, este desfile representó mucho más que un simple acto simbólico. Fue una confirmación de que el Kremlin sigue modernizando su ejército en medio del conflicto con Ucrania, integrando tecnología avanzada de guerra electrónica, lanzallamas pesados y vehículos aéreos no tripulados. Esto obliga a la Alianza Atlántica a replantear sus estrategias de apoyo a Kiev. Además, el evento funcionó como una poderosa herramienta de propaganda interna, reforzando la percepción de que Rusia resiste las presiones de Occidente y mantiene su protagonismo en el escenario geopolítico mundial.
Este desfile reafirma la presencia de Rusia como una potencia militar y obliga a la OTAN a evaluar hasta qué punto sus esfuerzos por debilitar a Moscú han surtido efecto. La pregunta clave ahora es cómo responderá Occidente ante una Rusia que, por lo pronto, propone reanudar sin condiciones previas las negociaciones directas entre Rusia y Ucrania, interrumpidas en 2022. En este contexto, Putin reiteró que Rusia nunca abandonó el diálogo, sino que fue Kiev quien se retiró de las negociaciones. ¿Será este el inicio de una nueva fase en el conflicto?