
La hipocresía argentina, comandada por el sistema, sus cómplices, la opinión publicada y los medios dominantes, nos hace creer que somos gente maravillosa, decente, honesta, rubia y de ojos claros y que solo nos enojamos con la yegua o aquellos que se “dobaron” todo.
Somos hijos de aquellos milicos usurpadores de uniformes y banderas que nos decían que éramos derechos y humanos. Pero no es así, somos tan miserables como cualquier humano compuesto por 206 huesos.
La prueba está que se inventó el cargo burocrático llamado INADI. Así y todo, nos especializamos en discriminar. No me cree. Pruebas al canto. Acaso no existe una parte de la población que odia a los ricos, otros que desprecia a paraguayos y bolivianos con el paragua y el bolita. No existe una parte de la sociedad que odia a los judíos, se cree antisemita, no sabe que es antijudío y menos informada está que es una religión y no una raza. También está el judío que no soporta al goi.
Pero la discriminación no culmina ahí. O en la calle no suena cada cinco minutos un negro de cuarta, por ser fino, choriplanero, Kk, y otros integrantes del mundo piquetero que cortan calles para mostrar necesidades y el media clase al volante estudia arameo, mientras maneja, para aprender nuevos insultos.
También está el hincha de fútbol que odia al rival del barrio, al que gana más copas, al que está primero y todos al unísono a River o Boca.
El político también se lleva su insulto. Las frases más usuales que los califican son: no trabajan, siempre roban, “ah, estás en la política”, que se dice con el mismo tono que, “ah, estás en la droga”.
Y así cada profesión, cada raza, cada geografía, cada humano es odiado por el otro. Las causas varias, pero todas desembocan en la envidia o en la plata.
Claro no sería lo mismo que Argentina limitara al norte con Suiza, no son igual los inventores del chocolate y el lavado que los bolitas. No es igual Paraguay, un país destrozado por el general Mitre que limitar con Alemania, la de Merquel, la de Wagner, la de Hitler. No es lo mismo.
El gallego también se lleva su parte. El porteño lo acusa de bruto, pero si viviera en París el bruto sería un irlandés o un polaco. Y si hablamos de porteños, que cosa no discrimina alguien que nació en la Capital?, el lugar donde no tiene sede el Vaticano porque vive Dios. Y que ciudadano no porteño no se molesta con alguien que nació en Recoleta?.
Somos todos latinoamericanos, somos la patria grande, somos nada, porque no bancamos ni chilenos, ni uruguayos menos aún brasileros.
Si vivís en Chaco decís a mayor Resistencia menor Corrientes, si nacimos en Catamarca nos alejamos del tucumano porque nos va robar. Si somos del sur y la pampa húmeda no podemos ver al norteño que no trabaja, y así nos cansamos de discriminar. Que el negro, el vecino, el bolita, el goi, el paisano, el bostero, el gallina, el amargo, el peronista, el peroncho, el radicha, el milico, el villero, el rico y así con cada segmento de la población. Porque usted discrimina, ellos discriminan, y yo también discrimino. A quien? a esa parte de la población, el media clase, que con un pensamiento hipócrita dice “yo no odio a nadie, creo en el amor y voy a misa los domingos”, pero no me hables de la chorra, esa yegua que se ”dobó todo”. Por eso, como consejo, si quiere odiar a alguien, odie al odio.




