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Proceso de Desorganización Nacional

Por Simón Radowistky.

La derecha pura ha llegado al gobierno por vez primera gracias a la voluntad popular. Seis meses en la Casa Rosada y todavía el elenco gubernamental no se acostumbró a la idea.

La palabra democracia les molesta, no la entienden, no se halla en sus genes y hasta le resulta impráctica y aburrida. El concepto solidaridad le suena a Lech Walessa, a comunismo, a pérdida de tiempo y de plata. La risa natural les parece cursi, la cultura innecesaria, la ciencia les trae a la memoria un documental por History, los diez mandamientos le recuerdan a Francisco, y los valores les remite a la Bolsa porteña.

Macri y sus muchachos vienen del mundo empresarial. Acostumbrados a facturar hasta el aire, matar por un cargo, dividir una empresa, quebrarla y arruinarla hasta el goce total con el despido masivo sin paga.

Bajo esa idea perversa llegaron al poder y tratan de transmitirla a la sociedad, pero fracasan en el intento. Por ahora, este proceso de entrega total a las corporaciones supranacionales, antiguamente denominado imperio, cumple a rajatabla un plan que rinde satisfacción a sus autores y sorpresa y depresión a las mayorías que habitan este suelo ubicado al sur de Bolivia.

Macri comenzó declarando emergencia en todos los rubros, luego una decena de DNU despertaron a los intelectuales que habían  ayudado a los globos amarillos. El verano fue caliente en tarifazos y frio en consumo. Las clases comenzaron con mentirosas paritarias. La bonaerense cayó en la misma trampa y el enojo comenzó a contagiar.

Cristina volvió para ser detenida, no se pudo. Si logró que una multitud mojara  su alegría para escuchar un mensaje de dos horas con épica y emoción. Moyano también tuvo su acto  y sus 300 mil trabajadores con las cinco centrales unidas. Las marchas son continuas, el enojo y la bronca también. Por su parte, Macri realiza actos con la soledad y el silencio propio de los cementerios. La muerte huele a ajuste. La alimentación en los chicos pobres no es un tema menor. El suicidio por un despido o un sueldo escaso se hace presente en las redes sociales nunca en los medios cómplices. Todo pasa, nada queda y Macri mira, observa con la tranquilidad de aquellos sin compromiso, sin sensibilidad, sin nada para dar.

El presidente encabeza un proceso de aniquilación de la economía nacional en forma desordenada. Pactando con el empresariado y la oligarquía al mismo tiempo y provocando el enojo de estas por cumplir con las corporaciones y siempre sin tener en cuenta a las mayorías y menos aún a sus votantes. La bronca se unificó, todos disconformes. Unos por mucho, otros por nada.

Su gabinete es una interna constante. Todos pelean por ver quien daña más a los trabajadores, y todos pelean entre ellos porque la imagen presidencial sigue cayendo a pesar de acusar a los K de cuanto robo suceda en el Planeta Tierra.

Sin contenido, sin conocimiento, sin valores y con demasiada ambición por la construcción de negocios donde el único fin es el poder personal favoreciendo la decepción nacional.  Así gobiernan. Un ejecutivo que nos trae recuerdos de un proceso militar, nos trae desesperanza y nos quita  sueños y felicidad a pesar de contar con un chanta en el gabinete que troca pobreza cero por el sueño personal. Ellos nos gobiernan, la derecha se empoderó pero sin conocimiento político, sin dialéctica ni carisma. Ellos son el proceso de desorganización nacional.

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