Creo que nunca en la historia de la humanidad el periodismo ha estado tan enormemente ocupado de la ciencia y la salud, como en estos meses desde que se destapó la epidemia del Covid-19 y llenó de pavorosos puntos rojos el mapa mundial señalando a los países -casi todos-, con crecientes cifras de muertos, infectados y también recuperados.
Nunca como ahora en medio de la revolución tecnológica e informática que tiene su expresión más global en las redes sociales, el periodismo ha tenido que estrechar relaciones carnales con la ciencia, superando los erróneos esquemas mentales que consideraban al científico/a – como un viejo/a loco/a chiflado, o un fanático que ensaya entre beakers y probetas cómo vencer con alguna alquimia los misteriosos poderes de la naturaleza.
Pero en esta nueva era que se abre para la Humanidad con el Covid-19 sin vacuna oficialmente probada al día de la fecha, hay periodistas que ejercen con responsabilidad ante la sociedad, el deber de informar las alertas científicas, y los avances, pero hay otros que por el contrario, lo hacen de manera totalmente insensata, produciendo un periodismo de baja calidad, tan deplorable que avergüenza, y no merece otro calificativo que el de “berretas”.
Es tan despreciable el periodista que hoy frente a las cámaras o los micrófonos de un Medio de gran audiencia, propaga comentarios, conceptos e ideas que van en contra de las medidas oficiales adoptadas por un gobierno para preservar la salud de millones de personas, como aquel que, amparado en datos de Consultoras sobre presuntos porcentajes de imagen positiva para un gobernante, fuerzan el tema electoral y manipulan para intentar socavar la autoridad de quien está al frente del país conduciendo la política sanitaria con enorme responsabilidad y asesoramiento científico de la más alta calidad.
La imagen que acompaña este comentario me ahorra tener que nombrar al engreído e irresponsable periodista que, sintiendo el deseo de llamar la atención e impactar en las audiencias con recursos efectistas como es la manipulación política, transita por caminos erróneos de la información que resultan repudiables.
Un periodista que se respete -más allá de su inclinación ideológica-, no puede jugar de manera tan vanilocuente e irresponsable con la credibilidad de la ciudadanía respecto de quienes conducen hoy nuestros destinos y acatamos quedándonos en casa, rescindiendo de múltiples tareas y placeres familiares o personales, para contribuir masivamente con el aislamiento preventivo para que no siga propagándose el mortífero coronavirus.
En estos momentos borrascosos y saturados de acontecimientos luctuosos para el mundo y donde la Argentina no queda exenta, el papel del periodismo serio, es vital..
Ya hemos visto cómo periodistas ineptos, alzan sus voces en defensa del berreta, y eso los coloca en el mismo plano de irresponsabilidad ante la sociedad, en momentos tan complejos como los actuales donde conviene que prime el sentido común, de acompañamiento a las medidas oficiales que no buscan ningún rédito político, sino algo más trascendente y por lo cual será juzgado un presidente: la política que supo ejercer por la preservación de la vida de millones de personas.
