OJERAS Y GORDURA

Por Carlos Galli.
El poder político enferma. La ambición se refleja en el físico y en el psiquis.
El estado físico del Presidente Alberto Fernández, verdaderamente deprime verlo. Su rostro muchas veces está desencajado. Sus ojeras lo muestran abatido. Se lo ve excedido de peso, y sus cabellos, cada vez más entre canas.
No soy profesional de la medicina, soy un simple Comunicador Social, pero veo que el primer mandatario está en uno de sus peores momentos, desde aquel ya lejano 10 de diciembre de 2019.
Al principio de la trágica pandemia, su semblante ya reflejaba una blanca palidez.
Está pagando con su físico y su salud la obsesión del poder. No solo el COVID le cayó encima. También la economía y los temas sociales, han deteriorado su estado físico y anímico.
Quizás nunca imaginó tanto destrato de propios y extraños. Está viviendo momentos tormentosos. De desaliento, de angustias y tristezas.
Parte de los dirigentes del gobierno que «lidera», lo ve como anestesiado, con la conciencia cauterizada y lo que es peor, es que la sociedad también ya hace tiempo que le sacó la ficha.
El poder evidentemente enferma. El fiel reflejo de que es así, es la imagen que muestra en cada acto y en cada presentación de diferentes programas de TV. O cuando baja las escalinatas de la Casa Rosada. Hasta en el tedeum del 25 de mayo en la Catedral Metropolitana, leía la homilía con sus manos temblorosas.
El poder enferma de tal manera, que le hace cometer furcios cuasi imperdibles. Confundir Garganta Poderosa con GARGANTA PROFUNDA, es más que preocupante.
Tiene derecho a equivocarse. Claro que lo tiene, es un ser humano.
Tiene muchos errores, y algunos muy pocos aciertos, casi ninguno.
El mayor de los errores es haber aceptado ser el elegido de la Doctora para ser cabeza de la fórmula presidencial.
El poder enferma.
Las ambiciones, también.
Apelando a una expresión futbolística, en lo personal veo al Presidente entre algodones.
Siendo siempre muy crítico de la Coalición de Gobierno, en esta oportunidad siento como ser humano, veo un hombre a punto de pedir un poco de tregua a los permanentes ataques que sufre de la «propia tropa». Se está quedando en soledad. Y como dice La Biblia “No es bueno que el hombre esté solo”.
Tendría que aferrarse a su pareja y su hijo, que sin dudas ha llenado espacios vacíos, y para darle paz, alegrías y sonrisas.
Le falta un largo trecho para el final de su mandato. Y me pregunto, ¿Podrá?
El poder enferma, Presidente. Y las ambiciones… también.




