«Nunca preguntaron por Pablo y siguen reprimiendo»
Pablo Grillo dejó la sala de terapia intensiva del Ramos y su papá Fabián pidió que cesen los palos

El fotógrafo continuará su recuperación en el Hospital Rocca. Durante la marcha de jubilados del 12 de marzo, un latón de gas pimienta disparado de forma criminal por el gendarme Héctor Jesús Guerrero impactó en su cabeza y le produjo heridas graves. Un informe médico constató que pudo haber muerto. Casi tres meses después, volvió a tomar contacto con una cámara. «La fotografía es su alma», contó uno de sus colegas.
Ochenta y tres días después de la granada criminal de gas lacrimógeno que puso en riesgo su vida, Pablo Grillo dejó la sala de terapia intensiva del Ramos Mejía. Desde aquella represión a los jubilados del 12 de marzo hasta este martes a la mañana, cuando salió del hospital, pasaron muchas cosas: las cinco operaciones –la última hace poco más de una semana–, las muestras de apoyo de colegas y amigos –los de siempre y los más nuevos– y la imputación por tentativa de homicidio agravado del gendarme Héctor Jesús Guerrero, el autor del disparo. Pablo, cuenta su papá Fabián a Página/12, está al tanto de prácticamente todo: “De a poco empieza a darse cuenta de la dimensión de lo que está ocurriendo alrededor de él, de todo el afecto pero también de la brutalidad de lo que le hicieron”, dice. Ese contacto con la realidad, de la que ahora es un sobreviviente, forma parte de la recuperación, que completará en el Hospital Rocca. Para ese proceso, agrega, recuperó una aliada clave. El día antes de la externación le regalaron una cámara nueva: la que tenía había quedado destruida por el mismo proyectil que casi lo mata.
Pablo se enteró ayer mismo, minutos antes de salir, que le daban el alta. «La enfermera le dijo «preparate que ya te vas» y ahí nomás salió en camilla. Lo estábamos esperando, lo aplaudimos. Le ví una sonrisa enorme, que ya le habíamos visto el día anterior, cuando le acercamos la cámara nueva», relata su colega Kaloian Santos, uno de los que más cerca estuvo de él durante los casi tres meses de internación. «Los últimos días estaba medio embolado, inquieto por tanto tiempo en cama, las operaciones, todo. La cámara ya le había cambiado la cara, la fotografía es su alma. Pero como hoy, rodeado de amigos, sabiendo que salía, no lo había visto nunca tan radiante. Fue muy emotivo», cuenta.
La familia Grillo ya estaba al tanto de que recibiría el alta, pero prefirieron darle la sorpresa. «Ayer (por el lunes), me llama el director del Ramos (Anibal Pandullo) y me dice que la decisión ya estaba tomada. Nos preguntó si estábamos de acuerdo. Nos emocionamos, pero a Pablo sólo le dijimos «metele pata que en cualquier momento salís», y ese cualquier momento fue hoy (por este martes)», cuenta Fabián.
A partir de esta semana, en el Hospital Rocca, comienza la primera etapa de la rehabilitación, que es de evaluación general. Después, lo esperan largos meses de terapias a cargo de fisiatras, kinesiólogos y psicólogos. Pablo ya habla, aunque despacio. De a poco, vuelve a ser él mismo. Pero a la evolución, que será lenta, se le sumará por lo menos una operación más: deberán colocarle una prótesis a la medida de su cráneo. Una parte quedó destruida por el latón de gas; la otra le fue removida la noche de la primera cirugía, la que le salvo la vida aquella noche del 12 de marzo.
Pablo había llegado al Ramos Mejía «en un estado crítico, mucho más grave que el que la prensa decía», contó el subdirector de la institución, Juan Pablo Rossini. «Estuvo ventilado, con múltiples cirugías de urgencia, tuvimos que reoperarlo en reiteradas oportunidades, hasta hace una semana cuando estábamos programando el alta y tuvo una complicación”, relató sobre el proceso. «Verlo así, lúcido, contento, nos emociona mucho», agregó.
El informe médico forense que fue incorporado a la causa describe que el proyectil criminal disparado por Guerrero le produjo una «herida contuso compleja en rostro región mediofrontal» y la «fractura expuesta de cráneo fronto temporo parietal izquierda». Y concluye que hubo riesgo «real y concreto» de vida. Los mismos médicos no pudieron contestar si tendrá «secuelas neurológicas derivadas» del disparo, porque aún es muy pronto para saberlo.
«Uy, cómo me dieron»
Desde aquella primera intervención, que daba un pronóstico más que oscuro, Pablo fue mejorando, y salvo por algunas operaciones derivadas de infecciones, evolucionó más rápido de que lo que mayoría esperaba. Hace un mes, la familia publicó la primera de una serie de fotos en la que se lo veía feliz, al sol, desde una de las terrazas del hospital. En ese tiempo, y con los cuidados de la familia mediante, el fotógrafo fue preguntando y conociendo qué le había pasado. Para eso fue clave la solidaridad. «La primera pregunta que nos hizo fue por qué tanta gente, por ejemplo Ricardo Bochini (el ídolo de independiente, club del que Pablo es hincha fanático), lo iba a ver para desearle fuerzas», cuenta Fabián.
«Fue por esos días que pidió ver el video que todo el mundo vio, que se lo mostraron sus amigos. Fue un momento duro, lloró. Me acuerdo que dijo, «uy como me dieron»», dice Fabián. «Pero todavía no tiene real real dimensión de todo, es mucho», agrega.
Aquella tarde –en la que también resultó herida en la cabeza la jubilada Beatriz Blanco–, Pablo se agachó para tomar una foto sobre la calle Yrigoyen, a la altura de la sede de Madres de Plaza de Mayo, a unos 200 metros del Congreso. Frente a él había un cordón de gendarmes y prefectos, que estaban en plena faena represiva, disparando a mansalva. El cabo Guerrero, como se pudo reconstruir, gatilló su escopeta lanzagases con una trayectoria homicida. Los protocolos de uso de esa arma establecen que hacerlo de esa manera puede herir de muerte, pero lo hizo igual. Como se supo más tarde, las hienas de azul y las tortugas de verde que estaban a su alrededor, lo festejaron.
El fotógrafo recibió el impacto en su cabeza justo cuando se había agachado, buscando un encuadre para su foto. Casi lo paga con su vida. Guerrero todavía no fue citado a declarar, pese a las múltiples evidencias que lo incriminan. La última fue el informe médico, que da cuenta del riesgo «real y concreto» de vida que corrió.
«Paren esta locura»
Desde la puerta del Ramos, el subdirector Rossini reveló un dato que describe la brutalidad represiva del Gobierno. «Todos los miércoles estamos preparados para recibir cualquier tipo de víctima que entre al hospital, por cualquier motivo», dijo en referencia indirecta a las marchas de los jubilados, que ya produjeron en cinco meses más heridos que todas las marchas juntas del año pasado, tal como contó Página/12.
«Nosotros también lo vimos acá, muy seguido, varios miércoles», agrega Fabián Grillo. «Y pide parar «con la locura de pegar» que tiene el Gobierno, sobre todo con la marcha multisectorial convocada para este miércoles muy cerca, en la que Patricia Bullrich ya dijo que aplicará su protocolo. «Pido por favor a esta gente que no esté tan loca. A los que reprimen, los que van a ser enjuiciados, les pido que dejen de ser usados por estas basuras y se resistan a ese uso abusivo de la fuerza, espero todavía que tengan algo de humanidad», agregó.
«Mientras sigue reprimiendo, desde el Gobierno ni nos llamaron, ni siquiera intentaron justificarse con nosotros», se queja Grillo. «No puedo esperar otra cosa de un presidente y una ministra cuyo símbolo es una motosierra, hacen todo basado en la destrucción. ¿Que se puede esperar de eso?».
Fabián planea seguir participando de las marchas. «Quieren destruir lo que funciona, el Conicet, el Garrahan, todas instituciones modelo, ellos quieren que todo sea privado, un negocio. Pero no hay hospital privado que haya podido hacer lo que hicieron en el hospital público con Pablo».
FUENTE- PÁGINA 12