Nuevo informe de ONU confirma que el planeta superará los 1,5 °C en menos de 10 años: el peor escenario ya está en marcha

Cuando en 2015 se firmó el Acuerdo de París, la promesa era clara: mantener el aumento de la temperatura media global muy por debajo de los 2 °C respecto a los niveles preindustriales, y hacer todo lo posible por no superar los 1,5 °C. Hoy, una década después, el informe Emissions Gap Report 2025 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) confirma lo que muchos temían y algunos aún se resistían a aceptar: el mundo ya no podrá evitar sobrepasar el límite de 1,5 °C. No se trata de una advertencia a futuro, sino de un hecho inminente. Y lo más alarmante: ocurrirá en esta misma década.
Hay que tener en cuenta que este informe no es un documento técnico más. Es una llamada de emergencia a escala planetaria. A través de escenarios basados en datos recientes de emisiones, proyecciones económicas y compromisos políticos, el informe traza con precisión matemática el rumbo actual: la temperatura global excederá los 1,5 °C en promedio en la década de 2030. Y no será algo pasajero. El sobrepaso será prolongado si no se toman medidas drásticas e inmediatas.
Para evitar que ese exceso se vuelva permanente —lo que dispararía aún más los riesgos de fenómenos extremos, colapsos ecológicos y crisis sociales—, las emisiones globales deben reducirse un 55 % para 2035 respecto a los niveles de 2019. En otras palabras: el planeta tiene menos de una década para cambiar radicalmente el curso de su desarrollo. No es una metáfora: es una cuenta atrás climática.

El espejismo del progreso
En la superficie, parecería que algo se ha avanzado. En comparación con el informe del año anterior, las proyecciones de calentamiento se han reducido levemente (de 2,6–2,8 °C a 2,3–2,5 °C). Pero esa mejoría es engañosa. El cambio no se debe tanto a nuevas políticas más ambiciosas, sino a ajustes metodológicos. Además, la retirada anunciada de Estados Unidos del Acuerdo de París borrará gran parte de esa supuesta ganancia.
Los compromisos para 2035 presentados por algunos países apenas han movido la aguja. De hecho, menos de un tercio de los firmantes del Acuerdo de París habían presentado nuevos objetivos climáticos a fecha de corte del informe. La gran mayoría siguen dependiendo de planes formulados en un contexto anterior, cuando las condiciones eran menos urgentes y la ventana de oportunidad aún estaba abierta.
Aunque la cifra de 1,5 °C pueda parecer abstracta, sus consecuencias no lo son. Superar ese umbral multiplicará los eventos climáticos extremos: olas de calor, incendios forestales, sequías, huracanes más intensos y el colapso de ecosistemas frágiles como los arrecifes de coral o las zonas de permafrost.
Pasar de 1,5 °C a 2 °C podría duplicar la cantidad de personas expuestas a calor extremo y acelerar la pérdida de hielo en el Ártico, lo que amplificaría aún más el calentamiento global por el efecto albedo. Además, las comunidades más vulnerables —islas del Pacífico, regiones costeras, áreas rurales empobrecidas— serán las más castigadas, a pesar de haber contribuido poco o nada a la crisis climática.
La ventana se estrecha… pero no está cerrada
El informe deja claro que, aunque la situación es crítica, aún no es irreversible. Se puede limitar el exceso por encima de 1,5 °C a unos 0,3 °C temporales, y regresar a ese umbral hacia finales de siglo. Para lograrlo, las emisiones deben reducirse un 26 % para 2030 y un 46 % para 2035, siempre en comparación con 2019. Esto exigirá transformaciones sin precedentes en todos los sectores: desde la generación de energía hasta el transporte, pasando por la agricultura, la industria pesada y el consumo.
La buena noticia es que las herramientas ya existen. El despliegue global de energías renovables, especialmente solar y eólica, ha avanzado rápidamente y sus costes han caído de forma vertiginosa. También se están desarrollando tecnologías para capturar carbono, aunque aún con muchas incertidumbres. Lo que falta no es conocimiento, sino voluntad política y cooperación internacional.

El papel clave del G20 y el desafío de la desigualdad
Los países del G20, responsables del 77 % de las emisiones globales, tienen una responsabilidad desproporcionada. Sin embargo, solo siete de sus miembros han presentado objetivos climáticos para 2035, y ninguno ha reforzado sus metas para 2030. Las emisiones conjuntas del G20 incluso crecieron un 0,7 % en 2024, lo que demuestra que el discurso y la realidad siguen caminos divergentes.
Al mismo tiempo, el informe insiste en la necesidad de apoyar con urgencia a los países en desarrollo, no solo con promesas, sino con financiamiento, transferencia tecnológica y justicia climática real. Sin ello, cualquier esfuerzo global será incompleto e injusto.
Más allá del discurso habitual, el informe lanza un mensaje poderoso: la acción climática no es filantropía, es interés propio. Una transición energética justa y rápida traerá beneficios concretos: crecimiento económico, más empleo, aire más limpio, menos enfermedades y mayor resiliencia ante futuras crisis.
Si los países actúan ahora, podrán evitar los peores escenarios. Si siguen aplazando decisiones por conveniencia política o presiones económicas, estarán hipotecando el futuro no solo del planeta, sino de sus propias sociedades.




