Opinión

“No Doña, ese precio no es mi culpa”.

Por  Margarita Pécora B.   –

¿Les resulta familiar esa respuesta?  Pues ya es clásica en el barrio. Y es porque los consumidores  de alimentos y bebidas  ya somos literalmente rehenes de una cadena de comerciantes vivos, pícaros, malandrines, como  usted quiera llamarles  que ,  como reza el refrán “a río revuelto, ganancia de pescadores, se aprovechan para remarcar  precios a lo loco, protagonizando una serie insólita para el mundo que  supo reconocer  a la Argentina como  potencia  productora de alimentos para  400 millones de personas, pero  que hoy es una cueva donde  las familias  son víctimas de una suerte  de  “toma de rehenes”.

A raíz de conocerse los datos de la inflación de abril que tocó el 8,4 % con una interanual  que ya está en 108,8 %,  y las caídas de las reservas del Banco Central, ha habido una movida vertiginosa por parte del Equipo de Gobierno que encabeza Sergio Massa desde la cartera de Economía, para intentar frenar la avalancha de precios  que se disparan por doquier  sin ton ni son,  impactando sobre todo,   en la mesa  familiar donde  la inflación marcó un 10,1 %,   y convirtiendo a los consumidores  en verdaderos  rehenes de  toda una cadena de especuladores  despiadados.

No son seres de otra galaxia, son tipos que, aprovechándose de que el río está revuelto, sacan ganancias remarcando los precios, sobre todo de los alimentos frescos, las verduras, las frutas, las carnes, aunque  también se aprovechan de esa  fuerte marejada,  por ejemplo, los dueños de comercios como cafeterías, donde los combos ya en barrios como Almagro y Balvanera, se han disparado  de modo tal, que un cafecito con dos medialunas sale tranquilamente  ¡mil 200 pesos! Muchas personas están rompiendo la costumbre de ir a tomar ese café matinal y leerse el diario en la confitería del barrio, ahora  resignados, compran el café del supermercado, caro también, pero algo más rendidor para el bolsillo.

Y estos son simples ejemplos de cómo se ha ido convirtiendo al pueblo argentino, al menos  a la inmensa mayoría de la población de la Capital Federal , incluyendo su conurbano y  el resto de la provincia de Buenos Aires, en  verdaderos rehenes de  una  cadena de cuasi delincuentes que operan así, a sabiendas de la debilidad de un aparato de gobierno como es la Secretaría de Comercio que no actuó a tiempo, ni con la mano dura que se requería,  cuando este germen de corrupción estaba tomando cuerpo. En cambio ahora suelta a los funcionarios de la Agencia Federal de Inspecciones (AFIP), por ejemplo en el Mercado Central, donde sus empleados y directivos  no lo sienten como un chequeo de rutina, sino como un acoso que dicen, los está “dejando sin clientes”.

De las 11 medidas comprendidas en el paquete económico de Sergio Massa dirigidas a disminuir la volatilidad del tipo de cambio, bajar la inflación  y acelerar la actividad económica, hay una a la que voy a referirme puntualmente, porque es la que tiene que ver con la supervivencia directa de la familia argentina, la alimentación que se ve afectada cotidianamente ante la imposibilidad de acceder a lo básico e indispensable para nutrirse.

Sucede que el  Ministro de Economía nombró al Mercado Central para que juegue  un rol más importante en la referencia de precios y  dice que se le permitirá la importación de alimentos sin pagar aranceles a fin de que desde allí se abastezca a los supermercados de cercanía, autoservicios y almacenes.

Recordemos que el Mercado Central mueve 1,8 millones de toneladas de frutas y hortalizas por año en un país que consume unas 5 millones de toneladas. Su rol en la comercialización se extiende a Bahía Blanca y Rosario. En los últimos tiempos supermercados y ferias compran directamente a los quinteros, pero dicen que  es escaso ese volumen.

Un Mercado Central que ya viene vendiendo caro, que ya no es atractivo ni anima a nadie  a tomar la ruta  para  pasearse entre cajas  de productos  que no justifican, ni el tiempo ni el combustible que se gasta en ir hasta ese predio a un costado de la Autopista Ricchieri.

Recordemos que  ese organismo  había sido  intervenido por un dirigente que responde a La Cámpora y  ni así los precios bajaron. En el Central, que recibe unos 10 mil compradores diarios, reina el efectivo, la plata en negro,  y allí en  predios vecinos funciona la poderosa empresa  exportadora e importadora “Tropical Argentina”, a la que le descubrieron que acceden al dólar oficial para sus operaciones, y ponen  precios  al blue. Un solo ejemplo del  agujero que usted y yo, consumidores de a pie, desconocíamos,  pero sentimos en el bolsillo  cuando uno se queja de cómo de un día para otro sube, por ejemplo el tomate o la lechuga, y el verdulero  se excusa diciendo,  “No Doña, no es mi culpa,  ya viene caro del Mercado central”.

Lo cierto es que  aumentaron escandalosamente los precios de los productos de estación por encima del 12 % en abril en un Mercado Central  que revela deterioro y abandono con baches  y suciedad en sus accesos, y que aún se espera  por una renovación tecnológica que no termina de aterrizar.

Siempre hay justificaciones para lo malo, lo indebido.  Por ejemplo algunos comercializadores  del agro,  califican  estas  iniciativas de la cartera de Economía,  de “inconducentes en un ente que se mueve por la oferta y la demanda y que este año sufrió una fuerte merma en la oferta por culpa de la sequía”.  De modo que, cuando no es por una cosa, es por la otra, pero los que estamos en el último eslabón de la cadena, que somos los consumidores, somos los que más perdemos y sufrimos cuando llegamos por ejemplo a una  verdulería  que duplica  el precio que le llega del Mercado Central, donde  Fabián Zeta, presidente de COMAFRU admite que  “el público  desconoce  el verdadero precio de los productos”.

Lo cierto es que el gobierno  está en verdadera  encrucijada, en una carrera contra reloj con elecciones PASO  ya casi encima,  y una incertidumbre electoral preocupante, mientras  no termina de tomar el toro por las astas en este tema del consumo y precios, que no admite más espera, ni siquiera  porque lleguen los anunciados fondos  del FMI para salvar  las reservas del Banco Central, porque ¡ sobre la mesa familiar,  hay que poner el plato todos los días!

 

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