Desde el retorno a la democracia en 1983, pasando semana santa de 1987 con Aldo Rico y sus impresentables subordinados y 1991 con Seineldin en un intento golpista, nunca como hasta ahora se tuvo la sensación de la decadencia del sistema democrático.
No por escribir, crítica mediante, uno se transforma en golpista pero los comicios de este año fueron los más violentos de los últimos años.
El círculo rojo, delegación local del poder real, se juega el todo por el todo. Su candidato, amparado en un asesor que siente simpatías por Adolf Hitler, está dispuesto a todo con tal de llegar al sillón de Rivadavia y demostrarle a su padre Franco que le pudo ganar una partida.
En Tucumán, el triunfo peronista es tan lógico como el anti peronismo en La Capital. Después de un amplio triunfo en las PASO nadie, con algo de sentido común, intentaría suicidarse políticamente quemando urnas. La oposición sin posibilidad alguna, pergeñó la treta y transfirió la culpa.
En toda provincia que el PRO cayó derrotado, utilizó la figura del fraude. Donde ganó, lo hizo en forma limpia y contundente. Eso sí, los habitantes del PRO no tienen idea que al promulgar esta violencia verbal y física, saben cuándo empieza e ignoran cuando termina.
Con la parodia en Tucumán, que determinó que la justicia anulara el comicio, el oficialismo le contestó con el Niembro Gate.
Y luego de Niembro, cayó Avelino Tamargo con 22 millones en su bolsillo y afuera de los porteños, y después de Tamargo saltó el Canal 4 de Misiones que nunca supo cuando facturó 700 millones y menos sabe quién se los llevó. Si se sabe que Macri emitió y algún amigo de lo ajeno lo hizo propio antes de Navidad.
Mientras la gran batalla se dirime en los medios, el obrero sigue trabajando 8 horas para sobrevivir. Mientras Niembro justifica 23 millones, una empleada doméstica gana 300 diarios y todavía no alcanza la casa propia. Cuando Tamargo huyó con los billetes en su modelo 2015 con saco y corbata, un peón de albañil embolsó 250 pesos diarios para tratar de contentar a la familia.
Preguntar el porcentaje de pobreza no tiene sentido pero es cool. Hay pobres, quizás menos que en otros gobiernos pero da vergüenza ajena observar a la clase trabajadora cumplir con su deber mientras la clase política hace ostentación de sus miserias.
Eduardo Galeano escribió alguna vez: “La violencia engendra violencia como se sabe, pero también engendra ganancias para la industria de la violencia que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo”.
Y ahí está el tema. Todos aspiran a ser patriotas rentados y las mayorías toman partido al tiempo que se asombran con lo que muestran los empleados del poder real a través de sus productos, los medios de comunicación.
Vemos al sonriente Duran Barba justificar el todo, deslindar responsabilidades y aconsejar cualquier perversión con tal de ganar. Aquí uno coincide con Isaac Asimov cuando citó “La violencia es el último recurso del incompetente”.
En el 2010, la acción política del Indoamericano provocó dos muertes y una señora hemipléjica. El objetivo era bajar la imagen positiva de Cristina Fernández. No sólo no se logró, sino que aumentó y ganó con el 55 por ciento de los votos. Quienes idearon este acto violento con olor y gusto duhaldista, jamás pagaron por las muertes y menos aún por la condena a la parálisis eterna de la pobre señora.
Hoy, 4 años más tarde, la derecha insiste con la violencia pues sabe que los votos no alcanzan. El mismo sistema ocurrió en Venezuela y Brasil. La derecha sabe que su único camino es el caos, la trampa y la muerte. Por eso Cano, un impresentable radical, obedece ciegamente al poder y ensucia el comicio.
Esta vez, los K dejaron el buen gusto y contestaron con el carpetazo por la cabeza a Niembro. Pero la batalla seguirá esperando que no detone en una gran guerra nacional.
Se está jugando demasiado fuerte, grandes son los intereses y la derecha no quiere caer derrotada nuevamente. Pero quien corre peligro, además del ciudadano común, es la democracia.
Alguna vez, en un discurso John F. Kennedy dijo que “La democracia es una forma superior de gobierno por que se basa en el respeto del hombre como ser nacional”.
Hoy la campaña se ha violentado, el sistema se ve perjudicado y la solución deberían aplicarla los dirigentes. Ellos tienen que pacificar el territorio, dejar de hablar de una grieta que comenzó en 1810 y no ampliarla y calmar a sus militantes para tratar de llegar lo mejor que se pueda al comicio de octubre.
La democracia es el proceso que garantiza que “no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos”, citó alguna vez Bernard Shaw.
Y ésta es la máxima aspiración. La derecha debería comprender que con la violencia quizás llegue al gobierno. Pero sin consenso popular ese gobierno tendría la duración y la consecuencia de la Alianza. Con ese antecedente todos sabemos que todos nos perjudicamos, para salvar a dos o tres.
Por eso, y a modo de pedido solidario, deberían bajar los decibeles porque todos sabemos que la Argentina seguirá existiendo después del 25 de octubre. Procuremos que las acciones políticas no cuesten vidas humanas para que sólo un grupo político se beneficie. Si ellos no escuchan pongamos el oído nosotros, votemos a quien nos caiga en gracia pero no pongamos el pecho por alguien que busca su conveniencia sin importarla nada.