Hace 60 años la conjura británica masónica lograba su caldo de cultivo tres meses después del criminal bombardeo a la Plaza de Mayo.
No les bastó el 16 de junio. Necesitaron un 16 de septiembre.
En 1946 el General Perón habría repatriado la totalidad de la deuda externa argentina. El golpe cívico militar de 1955 y su mentor principal, Raúl Prebisch, nos hicieron socios del Fondo Monetario Internacional. En un año pasamos de país acreedor a país deudor.
Inglaterra no quería perder su dominio en el Río de la Plata. Perón había estatizado el transporte, los teléfonos, los ferrocarriles, los barcos, el Banco Central, las compañías de electricidad. En una palabra, les había birlado el negocio.
Como no le podían ganar en las elecciones, radicales, conservadores, socialistas, comunistas, demócratas progresistas, y la alta oligarquía vacuna tocaron el timbre de Londres, que inmediatamente, a través de las logias masónicas, organizó la caída de Perón.
Lo grave fue que en este juego también entró la Iglesia. Monseñor Tato y Monseñor Novoa querían seguir teniendo pobres para transformarlos en fieles católicos, y cuando Perón erradicó la pobreza, se sintieron como que perdían “clientes”.
Nunca entendieron la doctrina cristiana, como tampoco los aviadores asesinos que escribieron en las alas de sus aviones “Cristo vence”.
No fueron ni libertadores ni democráticos. Fueron asesinos, fusiladores, violadores, ladrones, y crearon la deuda externa. En dos años, los comandos civiles asaltaron las viviendas de los peronistas, llevándose lo que encontraban, siendo en la historia, los padres putativos del Proceso del 76.
Doce mil presos, el peronismo proscripto dieciocho años, los fusilamientos de 1956, no pudieron sin embargo contener a la organización del pueblo. Secuestraron el cadáver de Evita, asaltaron la Fundación, robaron las joyas que el pueblo le había regalado a Eva Perón, que aún se rematan en Londres.
Se autollamaron “revolución libertadora”. Y el pueblo los rebautizo: “revolución fusiladora”.
Los católicos que había jugado el papel de idiotas útiles fueron reemplazados rápidamente por el grupo masón, y Eduardo Lonardi fue reemplazado por el masón Pedro Eugenio Aramburu, a quién acompañó otro integrante de la logia de libres y aceptados, Isaac Francisco Rojas.
Londres estaba feliz. Winston Churchill exclamaba: “La caída de Perón es lo más importante que le pasó al Imperio después del triunfo de la segunda guerra mundial”.
A sesenta años no queda un solo miembro que se anime a conmemorar el episodio de los que pomposamente se llamaron “comisión de afirmación de la revolución libertadora”, aunque siempre aparezca por allí algún engendro de gorila, como el diputado de Carrió, ahora autor de un libro, Fernando Iglesias.
El 16 de septiembre de 1955 nacía la RESISTENCIA PERONISTA.
A las compañeras y compañeros de la Resistencia de todos los tiempos, un recuerdo emocionado.
A los asesinos y violadores les decimos: los muertos que vos matáis gozan de buena salud. Ustedes fueron derrotados, vencidos, descubiertos y humillados. Y aunque se escondan en sus guaridas, el pueblo peronista multiplicado siempre los podrá señalar.
No fueron ni libertadores ni democráticos.
A sesenta años no habrá olvido ni perdón.
Pese al 4161 el pueblo sigue diciendo Perón y el pueblo sigue diciendo Evita, y a ustedes los niegan gasta sus descendientes.
Los ingleses festejaron. Los argentinos no.
16 de septiembre de 1955 – 17 de noviembre de 1972: Perón venció.