Mucha prisa mundial por deshacerse del barbijo.

Por Margarita Pécora B. –
La producción periodística bajo el poderoso imperio de las redes sociales nos provee, en tiempo casi real, de noticias sobre diversos acontecimientos que se suceden a diario en los más apartados rincones del planeta. Pero no todo ese gran cúmulo de información resulta de interés general, salvo uno que es inevitable y dominante: la pandemia del coronavirus que desde hace más de año y medio es la vedette del escenario mediático global, pero ya hay prisa por desterrarla y tirar a la basura el aún imprescindible barbijo.
Ni en Islandia, ese país insular de apenas 364 mil habitantes que destaca por ser el primero de Europa en deshacerse del Covid 19, han podido desterrar el tema de los medios de comunicación, donde mantienen la alerta- léase cautela-, sobre las nuevas cepas que hoy hacen temblar a Gran Bretaña y le devuelven el temor a los españoles e italianos que precipitadamente ya tiraron el barbijo (mascarilla), en el tacho de la basura, creyendo vencida la batalla contra la enfermedad.
Sin embargo, en este cóctel de informaciones donde la pandemia subyace como actor principal, comienzan a asomar otras noticias que revelan la puja de las sociedades por retomar la normalidad. Esa marea arrastra no solo a pueblos enteros, también a gobernantes y políticos. Por eso se atrevieron Joe Biden y Vladimir Putin a sostener un encuentro cara a cara que trascendió a nivel mundial y derivó en la llegada en las últimas horas a Estados Unidos, del embajador ruso, cumplimentándose de este modo uno de los acuerdos adoptados por ambos mandatarios en ese diálogo que limó asperezas y puso paños fríos sobre duras ofensas.
En las arenas de la política internacional se registra la retirada por parte de Estados Unidos, de misiles y cientos de soldados de Oriente Medio, específicamente de Irak, Kuwait, Jordania y Arabia Saudí, y la reducción de escuadrones de aviones de combate en la región.
Esta decisión coincide con la retirada gradual de las tropas estadounidenses de Afganistán que se viene realizando por etapas y prevén concluir antes del XX aniversario de los atentados del 11 de septiembre.
Conociendo la beligerancia del poderoso vecino del Norte y su política expansionista por el mundo, cabe la duda sobre cuánto durará este manso retorno de los militares estadounidenses a casa, y la sospecha de que se tomen un descanso para rearmarse e ir más tarde por Rusia y por China a los que EE.UU. les ha declarado enemigos potenciales, no solo en el terreno económico, sino también militar.
Mientras esto ocurre, China inaugura la Semana de la Ruta de la Seda 2021, con el objetivo de exhibir el patrimonio cultural de la antigua ruta comercial en su travesía por 18 países.
La Franja y la Nueva Ruta de la Seda constituye uno de los proyectos de infraestructura más ambiciosos que ha concebido China para abrirse con programas de desarrollo e inversión por todo el este de Asia, hacia Europa, África y América Latina.
La Ruta de la Seda, fue lanzada en 2013 por el presidente Xi Jinping, y es uno de los principales motivos del conflicto entre Washington y Pekín. Este proyecto se ha visto estancado súbitamente por la pandemia, pero no deja de preocupar a los vecinos del norte de América quienes han visto perder el patio trasero con las tentadoras ofertas de crecimiento que traerían un flujo global de bienes, capital y tecnología “made in China”.
Así andan las cosas por el mundo, que sigue quejándose de tantos muertos (medio millón en Brasil), del abandono, la desigualdad y las oleadas migratorias ligadas a la inoperancia de los gobiernos y la corrupción política.
Con ese panorama de fondo, la Argentina se ve sumergida en la cotidianidad del control sanitario de la pandemia, previendo nuevos arribos de vacunas, soportando como puede la presión mediática opositora y también la popular, con marchas multitudinarias que enarbolan disimiles reclamos, por precios altos, puja salarial, acceso al empleo, entre otros.
Mientras, la pelea electoral hace estallar las internas tanto en la oposición como en el oficialismo, dejando apenas espacio para celebrar que las cifras de contagios y de personas fallecidas, están bajando notablemente como indicador de que falta menos que cuando empezó esta tragedia, y hay que armarse de un poco más de paciencia, para que nos llegue también el momento de poder tirar confiados el barbijo al tacho de la basura.




