
Los medios dominantes parten de medias verdades para persuadir a una población entera. Las
fake news o noticias falsas, los panelistas de turno, editorialistas entregados al vil metal, en
síntesis , un conjunto de palabrerío que sirve para engañar a toda una sociedad. Cuántas veces
hemos escuchado que el periodismo es el cuarto poder, cuántas veces nos dimos cuenta que
es un poder de cuarta y cuantas veces oímos la frase ‘mentime que me gusta’.
La verdad que es la realidad solo se coloca de moda en gobiernos nacionales y populares, en
otros tiempos la mentira se instala hasta el hartazgo.
Aram Amahorian en su obra “El asesinato de la verdad” escribe: “Lo primero que debemos
democratizar y ciudadanizar es nuestra propia cabeza, reformatear totalmente nuestro disco
duro, nuestro chip. El primer territorio a ser liberado son los 1400 centímetros cúbicos de
nuestro cerebro. Aprender a desaprender, para desde allí comenzar la construcción”.
Desde esta idea coincide con Arturo Jauretche cuando hablaba de la superestructura cultural y lo difícil que sería que un letrado volviese a aprender. Más fácil para comprender la historia era un iletrado.
Aram nos cuenta que “el mundo cambia sí, pero el tema de la comunicación, sigue siendo como en 1980, fecha del informe McBride, fundamental para el futuro de nuestras democracias. El problema de hoy es la concentración oligopólica, 1500 periódicos, 100 mil revistas, 9 mil estaciones de radios, 1500 televisoras, 2400 editoriales están controlados por solo seis trasnacionales. Pero no es el único problema.
Cuando un poco en serio, un poco en broma decimos, “mentime, que me gusta” ahí encontramos otro problema. Esa frase se resume hoy en la llamada posverdad. Hoy la posverdad, explica Aharonian es el arma de desorientación masiva de la opinión pública que emplean los grandes medios de comunicación y todos los líderes políticos. Por primera vez la utilizó Steve Tesich en la revista The Nation, refiriéndose a las mentiras sobre la Primer Guerra del Golfo Pérsico: nosotros, como pueblo libre, hemos decidido libremente que queremos vivir en una especie de mundo de la posverdad, es decir, un mundo en el que la verdad ya no es
importante ni relevante.
Aquella metáfora, en el filme The Truman Show, por lo cual un hombre es solo parte de un reality show dentro del cual cree haber nacido y vivido toda su existencia- que funciona según un guión ajeno que desconoce- nos recuerda algunos pensamientos borgeanos acerca de si no seremos un sueño soñado por Dios, solo que, en este caso, seríamos un sueño inventado por los medios masivos de comunicación.
Hoy todo se manipula, todo se falsifica, todo se cambia, todo es mentira. Hoy soportamos a un gobierno que nos dice que el camino elegido es el correcto, pero en ese camino la posverdad lleva a la muerte a jubilados, marginados, niños y trabajadores. Hoy avalamos a un gobierno que nos dijo que combatir la inflación era muy fácil y vamos rumbo a un 30 por ciento este año y venimos de un 48 el año pasado. Hoy, parte de la sociedad, proclama los defectos del gobierno anterior y banca a un gobierno actual entreguista y cipayo.
Hoy la posverdad, las fake news, o sea, la mentira, otorga el triunfo a las clases altas, los media clase festejan en medio de una pobreza irracional y apoyan a un gobierno fascista de ojos claros que nos lleva a la derrota total mientras cada uno de estos tilingos que apoyan proclaman a los cuatro vientos “mentime que me gusta”.