
Al más puro estilo de Los Chalchaleros, el prescindente sigue de gira por el interior. Las multitudes brillan por su ausencia pero le encanta saludar desde una camioneta a los árboles, algún jubilado perdido y a la primera fila que siempre le acomoda Lombardi en cada acto.
El discurso, como es su costumbre, breve tirando a escaso. Pero lo importante es el mensaje esperanzador que nos deja y que realmente él no entiende.
Mau nos promete mayor crecimiento, olvidando que este año el PBI bajará al 2, 5 negativo. Promete trabajo, no recordando que batió récord de desocupación. En cada mensaje repite, “yo los escuché, yo los escuché”. A los gritos quiere probar que no está sordo pero cuando se le explica que él es el presidente actual y todo lo que promete lo podría cumplir ya, no escucha, no escucha.
En menos de diez minutos por ciudad Macri deja claro que la Argentina será otro país a partir del 10 de diciembre. Habrá trabajo, no se hablará de hambre agregando “todos juntos sacaremos al país delante de esta crisis”. Insisto está sordo, porque nos cansamos de decirle que el presidente se llama Macri y que la crisis la inventó su mejor equipo de los últimos cincuenta años.
“Se puede, se puede”, hace entonar Lombardi a unos pocos desorientados en la vida que aplauden como focas cualquier concepto que salga de la boca de Macri. Y se puede salir adelante, sacar el país de la crisis y colocar a la nación de pie, pero con otro hombre, otro modelo, otra idea y ese otro es Alberto Fernández. Quien comanda una fórmula que también votará Mauricio. Seguramente los votará por dos razones, primero todo lo que dice Alberto es lo que el futuro ex presidente quiere para los argentinos solamente en campaña y por último, este domador de reposeras quiere seguir domando y olvidarse de esa palabra ajena a su pensamiento llamada trabajo.
En Barrancas de Verano el público sumó 15 mil voluntades. A medida que el tour sigue por el interior del país las multitudes se van ausentando. De todas maneras Mau saluda a cuanto árbol se vislumbra. Lombardi compone al payaso Plin Plin para arengar a las focas aplaudidoras y al menos Mau hace turismo nacional.
La derrota amarilla está decretada. Desde el 27 de octubre hasta el 10 de diciembre será el mejor período para el peronista. El más feliz. Saberse ganador pero sin gobernar. En diciembre comenzará el sacrificio. Alberto conduciendo, Massa viajando para tratar de conciliar y resolver el tema deuda. Seguramente Massa será el presentador para que Nielsen hable técnicamente. En el senado Cristina verificará que haya justicia y no jueces de servilleta. Salud, trabajo, el medio ambiente y la mujer serán protagonistas bajo la idea de ministerios. En una palabra, el aguante será necesario por parte del militante y la adhesión del no peronista será importante.
El 10 de diciembre no será el Che bajando de Sierra Maestra. Tampoco se verá a Cristina ampliando derechos. Empezará un gobierno de unidad nacional para la reconstrucción de un país. Un país sin aparato productivo y endeudado hasta el infinito y un poco más precisa de la generosidad de los dirigentes y el voto de ese ciudadano que no cesa en repetir “se dobaron todo”.
El peronista entiende cual es la situación y actuará en consecuencia. Sabe que ni Larreta debe quedar a cargo de una guarida. El antiperonista debe entender que Macri aparte de robar fundió el país y que su voto amarillo en el 2019 no es una opinión diferente, es la complicidad con una banda que han saqueado una nación, que le regalaron oro a Inglaterra, que sus fortunas están en Suiza y lo único que han dejado en el país es hambre, desolación, pobreza y muerte. Sea generoso, se acabó el tiempo de discutir partidismos, es el momento de la unidad nacional. Es esta idea o la entrega total. Como dijo un funcionario amarillo “menos mal que perdimos, porque los únicos que pueden encausar esto, que tienen espaldas para este desastre son los peronistas”. Y si no me cree y no quiere votar al peronismo, vaya y vote la fórmula de Macri, esa que tiene un cincuenta por ciento de peronismo.




