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Los sueños, sueños son- Por Gabriel Princip

 

Miles y miles de globos amarillos copan el cielo del Congreso Nacional. Pasacalles, pancartas, carteles, cintas y papelitos otorgan un colorido de alegría in crescendo en las puertas del parlamento nacional.

Chicos que acompañan a sus madres, trabajadores orgullosos de serlo, estudiantes, empresarios y turistas ocupan diez cuadras a la redonda del lugar donde hablará el presidente.

Mientras tanto, el ejecutivo se prepara a abrir la puerta de la limusina que lo trasladará desde su residencia al lugar donde pronunciará su primer discurso de apertura de sesiones.

Su fiel esposa lo despide con un beso, Antonia abre su manita para saludarlo. Sus vecinos lo vivan y el coche parte.

Mientras tanto, las vallas de la policía se colocan a 20 cuadras de la plaza de los dos Congresos. Más gente no entra. El primer acto importante de este presidente a estrenar es un éxito completo.

Mauricio llega  y la alfombra roja lo recibe. Los diputados se pelean por saludarlo, los opositores porque los oficialistas ya habían besado su mano en la residencia presidencial. Los componentes del senado corren raudamente en busca de Mauricio, lo propio hace la Cámpora, el objetivo de ambos una selfie  para el recuerdo.

Antes de proseguir su viaje al interior del parlamento, su secretario lo detiene. La llamada es importante. El Papa le desea suerte y le aconseja. Mau camina mientras dialoga con Francisco en una charla de 50 minutos donde el deporte no falta. Bostero y cuervo se bardean en la casa política de la república.

Larga el teléfono, y se dirige a cumplir con su discurso. Mientras tanto, la gente que no pudo llegar enciende sus televisores. La Tv pública marca rating record, superior a un Boca- River. Todos están atentos, todos esperando la santa palabra.

Macri se sienta. Otro secretario, le alcanza el discurso. Ciento cincuenta páginas que Durán Barba escribió. Mau lo rechaza. Un líder habla sin papeles en la mano y con el corazón en el mensaje.

El presidente saluda a los parlamentarios y comienza un encendido discurso. La barra no deja de aplaudir. El líder entre metáfora y metáfora felicita la gestión anterior y propone el trabajo a realizar de su mandato.

Los trabajadores en primer lugar, los jubilados, los marginales, los niños, el pueblo todo es la escala de prioridades de su gestión que finalizara en el 2019. Los diputados opositores aplauden a dos manos. La gente en la calle se cansa de vivar su nombre. Cristina tuitea: ¡Viva el que viene, viva el que fue! El Papa propone su beatificación. Los papelitos y los globos amarillos componen una escenografía jamás vista. Ni el campeonato del 86` llegó a tanto.

Macri se retira del parlamento. Un chico se acerca y le da un beso, un jubilado lo alza y el resto de la gente aplaude a más no poder.

Ingresa a la limusina con dirección a su trabajo,  el de presidente. El contacto popular ya había pasado, era hora de trabajar para que los habitantes de su país logren la felicidad anhelada. O sea, el objetivo que se había propuesto.

Se sienta Mauricio en el sillón presidencial y se dormita. De repente: ¡Mau, Mau, despertate, Mau, despertate, Mau que llegas tarde a Olivos!

-¿Qué pasó? ¿Qué pasó? Se despierta el presidente.

-Nada, te quedaste dormido, contesta su esposa.

-Ah cierto, recién llegaba del Congreso.

-¿Qué decís? Eso fue la semana pasada.

-Ah sí, me acuerdo, si ya se no fue mucha gente, esos cristinistas que me apuraron y la vieja que en  la entrada del Congreso me insultó en cinco idiomas, ya me acuerdo.

-¿Qué? ¿Estabas soñando?, pregunta su esposa.

-Sí,  pero con Boca. En fin, los sueños, sueños son. Soñaba que Boca le ganaba a Racing, en fin.

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