Un niño muerto en la playa desató la vergüenza mundial. Las redes sociales estallaron en todos los idiomas. Indignación, llanto, vergüenza, lamentos, improperios, insultos y todo alarido humano en formato de hipocresía llamaba la atención del resto de la humanidad.
Una parte del planeta huye en medio del olor a muerte y el resto no entiende que es sólo el principio. En el continente culto, la vieja Europa, se debate entre ajustes y ética. La clase media en vía de extinción observa como hombres, mujeres y niños con otro color de piel llegan a sus costas.
En América la lucha es diferente. Los países que han crecido durante diez años tratan de no caer en el crimen del liberalismo. Estados Unidos observa atentamente como sus agentes cumplen sus miserables misiones. Escandinavia, como siempre una correcta provincia de Marte.
China se agazapa eludiendo la burbuja, Japón espera su turno y el resto del tercer mundo permanece en su lucha de siempre por alcanzar alguna vez el hambre cero.
Todos los días mueren miles de Aylan, pero nadie repara en ellos. Las guerras de los finales del siglo XX y las actuales, carecen de caras de la muerte. Se habla de escasas bajas en cada batalla y las fotos del horror no aparecen. Ojos que no ven, corazón que no siente. Pero los chicos siguen cayendo y los dirigentes mundiales en la triste y baja pelea por el poder sin sentido.
Gente llorando en sus mensajes radiales, indignados momentáneos y enojos de a ratos provocó Aylan, pero hay otros Aylan que están muriendo en estos instantes y nosotros discutiendo si Tinelli debe ser presidente de la AFA.
La foto fue una señal. Nos indicó que todo sigue y que no existe fecha de vencimiento. En estos tiempos el humano expone lo peor de sí. Sirios que escapan de su país en busca de un andén salvador. Neonazis que orinan a chicos de 5 años y los insultan en la cara. En Hungría, terribles malvivientes inyectan heroína en comida de refugiados, otros incendian albergues donde moran los castigados del sistema. Y en Argentina voces que se alzan para que no vengan extranjeros. Y si vienen, que traigan plata. La miseria, al palo.
Lo peor del humano se expone en estos tiempos. El Papa pidiendo por la paz, el país del norte vendiendo más armas para que Aylan no sea el único caso y Europa que hace lo que puede y lo que puede es poco.
Difícil es ver lo positivo a lo negativo, pero siempre hay quienes creen que el sol sale para todos. En España, en un apartamento conviven una alemana, una española, un árabe y dos sirios que escaparon de la guerra. Billetes no sobran pero son solidarios. A pesar de que hablan a través del diccionario de Google se arreglan para poder cocinar, dormir y convivir. Esta foto también nos abre la puerta de un futuro cercano.
Mientras ellos tratan de sobrevivir, en Siria el olor a muerte no deja dormir y en Alemania los incendios a hoteles para refugiados no dejan entender el valor de la vida.
Los conflictos seguirán, habrá inflación de cadáveres, la muerte se hará presente en forma cotidiana y desde el otro ángulo del planeta unos señores decentes harán números en dólares y en porcentajes para reducir la población mundial.
El fascismo económico sigue intacto, la derecha vive su mejor momento, el Papa nos habla y nosotros hacemos oídos sordos, los intolerantes seguirán orinando a pequeños extranjeros, el mal seguirá de festejo en festejo y uno, con amargura, paciencia y dolor se preguntará, imaginando los rostros indignados de una hipócrita sociedad, ¿de qué color es la piel de dios?