
Finalmente el sistema le dobló el brazo al presidente y la cuarentena, que nunca fue estricta, se transformó en una fase tres más parecida a la libertad total que al cuidado sanitario que siempre trató de hacer prevalecer Alberto Fernández.
No debemos olvidar que cuando los números nos hacían aplaudir a médicos, enfermeras y dirigentes, el intendente porteño obedeció en cámara al pedido gubernamental de controlar a la gente para que no salga, pero una vez que la cámara se apagó, la policía metropolitana hizo lo mejor que saber hacer, nada. Ese descontrol repercutió en el territorio de Kicillof y la curva se disparó. Que runners, que transporte, que la mar en coche, todo motivó la última cuarentena.
Cuando se anunció, el presidente dijo que iba a ser estricta y si los datos no eran los esperados, este aislamiento seguiría. Finalmente no fue estricta la cuarentena, como siempre la metropolitana no colaboró, los datos fueron un horror pero se pasó de fase porque la derecha así lo quiso.
Los anticuarentena y sus marchas tuvieron mucho que ver. En la primera marcha al obelisco, al margen de los disturbios, ocasionaron 62 enfermos, la segunda motivó incidentes hacia los periodistas que la policía nunca solucionó y ocasionó enfermos que nada importaron para la decisión final, la cuarentena se abrió.
Eso sí, un casi enojado Fernández dijo que “si el 3 de agosto no mejoran los números todo vuelve a cero”. Frase que a esta altura solo la cree Dylan, su perro. La derecha ya le encontró la vuelta al presidente, sabe que es el clásico abogado que pretende quedar bien con todos y finalmente no queda bien con nadie.
A pesar de Larreta, y por ahora, la Argentina no es: Brasil ni Chile ni la tierra de Trump, pero podría ser Uruguay o Paraguay, los mejores de toda Sudamérica. Hoy todavía se aguanta pero hay que llegar al 3 de agosto con mejores datos. Gestión difícil ya que hay más gente en la calle, un frío invernal y una derecha que se va imponiendo a una coalición que rompe los platos que pagará el peronismo.
Somos libres de ir a un escribano, a un peluquero o a una juguetería. Hoy los dueños de los comercios ya están en la puerta de sus negocios esperando una masa consumidora que solo existirá en sus mentes porque la realidad nos marca que a pesar del permiso de transitar el pueblo ha perdido gran parte de su poder adquisitivo, con lo cual solo deber tener unas monedas para un café, el problema es que los bares todavía están cerrados.
Una medida que el presidente tomó con la aprobación pública del sistema político pero en privado se discutió demasiado. Una medida aprobada por todos los medios hegemónicos y puesta en duda por aquellos que siempre acompañaron al presidente. Una vez más el enemigo se impuso y recién van ocho meses. Falta mucho pero como decía mi abuela, el buen día se ve desde la mañana.




