Por Kurt Winkels
El cielo gris y cerrado fue testigo de una infatigable lluvia que se ofrecía como el marco del retorno de Cristina a las ligas mayores. El juez, “ebrio de poder”, al decir de Eugenio Zaffaroni, le abrió la cancha para que la ex presidente desarrolle su juego. El 13 de abril marca un antes y después en la relación entre Claudio Bonadío y el círculo rojo. Su odio visceral hacia Cristina no lo dejó pensar y esta utilizó un error judicial y lo transformo en un hecho político positivo.
La lluvia era continua y las almas se reunían bajo un cielo cerrado y un corazón abierto. Una masa homogénea compuso la escenografía porteña. Desde el último rincón federal la marcha popular dio color a un intento de injusticia corporativa. Esta pintura nos recordaba a Macri el 1 de marzo cuando dijo que la gente no lo acompañó porque estaba nublado.
Miles y miles de cabecitas negras, discapacitados, cientos de estudiantes, desocupados, militantes, grasas y agradecidos integraban la caravana que llevó a Cristina a las barbas del juez de la servilleta. Micros cargados, camiones desbordados y miles de cabezas se observaban en el horizonte camino a Tribunales. William Boo, el injusto árbitro de Titanes en el Ring, es quien esperó en el infierno judicial. La yegua fue, se presento y la tormenta también ocurrió en la cabeza de William Boo.
Claudio Bonadío, el hombre que el círculo rojo designó para detener a Cristina Fernández, estuvo solo y esperó. Por allí, en las escaleras un militante que sobrepasa las siete décadas comparó este 13 de abril con la bisagra en la historia política que fue el 17 de octubre.
En esa visión, aparece en el recuerdo la palabra de Scalabrini Ortiz, “Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un halito áspero crecía en las densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martin y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, la hilandera y el empleado de comercio.
Era el subsuelo de la patria. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Eran los hombres que están solos y esperan, que iniciaban sus tareas de reivindicación”.
Ver la caravana de almas buscando el retorno a la esperanza era demoledor para el corazón. William Boo también había tenido su apoyo popular cuando. Un día antes tres confundidos de la patria colgaron un pasacalle en las puertas de los Tribunales otorgando cien gramos de cariño para el juez de la servilleta.
En el otro rincón el pueblo, el mismo que en un polémico debate no supo comprender Ernesto Sábato contra Arturo Jauretche sobre el 17 de octubre. Sábato afirmaba que las masas peronistas se movían por resentimiento. Don Arturo respondió: “No amigo Sábato, la lección más importante de la historia es que la revancha no es bandera. La bandera no es revancha. La bandera es la esperanza que movilizo las masas hacia Perón, no fue el resentimiento, fue la esperanza”. Don Arturo tenía razón en ese momento y para siempre. El no lo vio pero Sábato supo comprender a la dictadura militar antes que al pueblo y hoy nuevamente la esperanza es el motor que dinamiza a un pueblo maltratado por la derecha. Un pueblo acostumbrado a derechos, del otro lado enjutos rostros liberales que luchan denodadamente por sus privilegios.
La justicia es el ring donde la derecha corrupta y minoritaria trata de voltear a un líder popular. Esa justicia que adolece de transparencia y que tiene de aliada principal a los medios de comunicación. Ambos representan a un presidente denunciado internacionalmente por posesión de empresas off shore. La santísima trinidad compuesta por medios, sistema político y justicia tratan de darle un exilio perpetuo en el infierno al campo popular.
De todas maneras, todo recién empieza. Un gobierno oligárquico y la puesta en escena de la destrucción de la imagen de Cristina Fernández. La derecha tiene el poder, la ex presidente el cariño de la gente y una juventud empoderada. Jauretche decía sobre los jóvenes, “La juventud tiene su lucha que es derribar a las oligarquías entregadoras, a los conductores que desorientan y a los intereses extraños que nos explotan”.
La línea afectiva entre el pueblo y su líder quedo demostrada una vez más. William Boo quiere retirarse con un caso resonante. Una derrota al peronismo lo convertiría en el nuevo Fayt, pero no es tan simple ni tan fácil todo.
Todos sabemos que la justicia no es el tema a discutir hoy sino sacar del medio a alguien que oscurece la imagen presidencial. La militancia judicial apelará a todo lo inimaginable para derrotar al calor popular. La Corte Suprema de la injusticia estará atenta y vigilante para cumplir con su amo, el imperio.
El acto jurídico se completó. Cristina en el centro de la escena otra vez cobró protagonismo. Mensaje concreto y afectivo ante la algarabía popular. Solidaridad con Milagro Sala y con el pueblo torturado por el neoliberalismo. “Es una odisea ir al súper”, alegó Cristina que acto seguido, dijo “nunca vi a un presidente cometer tantos errores en tan poco tiempo”. El discurso culminó no si antes marcar la agenda del partido justicialista y el oficialismo con la creación de un Frente Ciudadano. “No le pregunten a quién votó, pregúntenle cómo le va, esa es la clave”, aseguro la líder. Mientras el sol aparecía en el mediodía porteño la ex presidente terminó con “¿Vieron que hay sol? El sol sale para todos”. Entre la alegría popular y la emoción k todos pensábamos que distinto hubiera sido de haber sido derrotado a Mauricio Macri.
Hoy, el presidente que recibió un país funcionando y está por chocar la calesita, sigue de gira en actos donde el afecto popular está ausente con aviso. El empresario que vive como nosotros en Argentina y que como dijo Jauretche “En el territorio más rico de la tierra vive un pueblo pobre y mal nutrido y con salarios de hambre. Hasta que los argentinos no recuperemos para la Nación y el pueblo el dominio de nuestras riquezas, no seremos una nación soberana ni un pueblo feliz”.