La suerte de que hay quijotes dándole pelea a la pobreza.

Por Margarita Pécora. –
Una de las plumas más grandes de Latinoamérica, José Martí, dejó escrita la emblemática frase “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar, el arroyo de la sierra, me complace más que el mar”.
Ese verso escrito hace siglos atrás, alcanza una extraordinaria vigencia hoy en día, cuando la pobreza, la marginalidad y la injusticia siguen cobrando víctimas de la codicia de los ricos atornillados al poder corporativo, que después de la pandemia que estremeció a la humanidad, han triplicado sus fortunas a costa del sufrimiento de la gente.
¿Pero qué tiene que ver todo esto con la situación actual?
Mucho, porque están muy frescas aún las estadísticas de la UNICEF, diciendo que dos de cada tres niñas y niños de Argentina , es decir (66%) son pobres por ingresos, o están privados de derechos básicos, como el acceso a la educación, la protección social, a una vivienda o un baño adecuado, al agua o a un hábitat seguro.
¡Y no hay por qué dudar de los datos de UNICEF porque se basan en registros oficiales de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC! Son una palmaria y cruda realidad.
Y mientras el electorado mira expectante si el actual Ministro de Economía de la nación, aspirante a una candidatura presidencial, es capaz o no de hacer bajar prodigiosamente los índices de inflación que siguen rompiendo el techo y el bolsillo de los pobres, hay quienes no esperan por milagros, y hacen lo que se tiene que hacer: echar rodilla en tierra para aliviar el sufrimiento a los pobres.
¿De qué hombres que no sean dirigentes políticos, legisladores o poderosos empresarios estamos hablando? Pues nada menos que de los Curas del Grupo de Opción por los Pobres, y en particular del Padre Francisco “Paco” Olveira, quien se ha convertido en una suerte de salvador, si es que cabe la palabra, de cientos de familias pobres del conurbano bonaerense.
Puedo sentirme privilegiada, de haber comprobado con mis propios ojos en un furtivo recorrido, cómo la mano del Cura Paco, al frente de la Fundación Isla Maciel, ha transformado distintos barrios de ese suburbio bonaerense. En el caso del barrio Eva Perón, de la localidad de Merlo al oeste bonaerense, desde la llegada del Padre Paco, el hábitat ha cambiado. Las viviendas precarias y en malas condiciones, han tenido un mejoramiento notable, el barrio se ha renovado y con él, la vida de las familias. Varios comedores alimentan hoy a familias enteras, y los chicos y adolescentes disponen de talleres y canchas deportivas gracias a un esfuerzo constante de muchos años.
Al hombre que transformó todo esto se le considera un cura “como Dios manda”. Y es que el Padre Paco, se sale de los moldes tradicionales; es un revolucionario en el más amplio concepto de la palabra, que lo mismo oficia una misa, bendice un nacimiento o un matrimonio, que se va a luchar contra los demonios, como el inglés Joe Lewis, que se está apoderando de Lago Escondido.
Hasta allá peregrinó junto a 62 compañeros, a reclamarle al magnate que saque su bota colonialista del suelo argentino y permita que el pueblo, que es el verdadero dueño de ese recurso natural estratégico del país, pueda acceder libremente al predio. Y su sacrificio llevó al límite de realizar una huelga de hambre.
¡Qué dichoso es este pueblo que tiene entre sus hijos por adopción, a un malagueño que decidió un día enfilar proa a la Argentina, a vivir y trabajar por los pobres!
Un hombre que cabalga por las polvorientas calles de Merlo, como el Quijote, en una moto rocinante que se armó pieza a pieza, para asegurarse de que a sus feligreses no les falte el pan. Porque como dijera José Martí, “la pobreza pasa, lo que no pasa es la deshonra”.