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La “satanización” en tiempo electoral.

Por  Margarita Pécora  B.-

Una de las constantes en los Medios hegemónicos que  logramos distinguir tanto en el diario  Clarín como en La Nación,  es la aparición de “diablos” mediáticos,  que son figuras públicas convertidas en objeto de crítica sesgada,  por situarse  en contra  de la estructura de mercado y  de sus intereses.

El caso más paradigmático de haber “molestado”  a esos poderes,  es el de la  vicepresidenta  de la nación Cristina Fernández,  atacada, perseguida y juzgada  como si fuera una vulgar delincuente, al punto de  caer en manos de la mafia judicial que le ha pedido  6 años de cárcel y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, fallo que no se encuentra firme y puede ser apelado ante la Cámara  Federal de Casación Penal y la Corte Suprema de Justicia.

Esto que hacen con Cristina,  se conoce también con el nombre de “satanización”, que significa  atribuir a algo o a alguien un carácter  perverso  y  diabólico.

Pero   estamos en los umbrales de unas elecciones  que en pocos meses definirá quiénes tomarán las riendas de este enorme y complejo país. Y es aquí que, en medio de la campaña que ya  arrancó y que se va a intensificar en las próximas semanas,  se van  produciendo  cruces verbales y armando la narrativa  satánica, donde  lamentablemente,  habrá algunos adversarios que buscarán atacar a sus oponentes con diatribas y ofensas, como si con ello fueran a ganar algo. Todo lo contrario, con   la afrenta  y el sarcasmo, se pierde ante el adversario y ante el público, que somos los que en definitivas captamos ese desagradable mensaje   de impotencia y pobre o nulo manejo de la expresión oral para hacer valer las razones,  si es que las tienen.

Y un ejemplo de esa conducta es Javier Milei. Sus conocimientos en materia económica nadie se atreve a cuestionarlos, pero su discurso, sus  ataques lo descalifican. A tal punto que  lo tildan de  “innombrable”. En  medios de prensa internacionales lo perfilan como  el político argentino  “inclasificable”. Ellos consideran  que el economista encarna el trumpismo sudamericano y  avanza en las sondeos electorales despotricando contra “la casta política” y el Estado.

Si es así, menudo favor se hace encarnando  al personaje de Donald Trump. Su tono agresivo espantó a los votantes. Cabe recordar  las interrupciones y ataques  en aquel debate presidencial contra Biden, que dejó una pésima impresión  porque hasta los propios  republicanos lo criticaron en voz baja.

Los ataques verbales de Milei  van dirigidos a los políticos de los que dice son “ratas” que forman una “casta parasitaria” que solo piensa en enriquecerse; del mismo modo se le ha oído atacar con furia  al peronismo.  Milei considera que “lo peor que le pasó a Argentina es el peronismo en su versión kirchnerista y  lanza ideas como granadas, esperando que estallen  para  pescar entre los restos.

Revisando fuentes  periodísticas, encontré el testimonio de Andrés Malamud, investigador principal del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa quien dice que el discurso de Milei es anarcocapitalista, porque “se limita a intereses e incentivos: bajar impuestos, reducir la intervención estatal, liberalizar incluso el tráfico de órganos”.

“Técnicamente es también un minarquista. Un ultraliberal doctrinario sería lo más comprensible”, dice Malamud, a modo de síntesis.  Otros analistas coinciden en decir que Milei “Combina una especie de ortodoxia ultraliberal, y se ve a sí mismo como un guerrero contra el Estado, tal como se lo conoce. Pero combina esa ideología hiperliberal y de la libertad con elementos de la derecha extrema”. Se lo ha comparado con Donald Trump, pero en una versión local que, a diferencia del  ex presidente de EE .UU, “no defiende la industria nacional”.

En fin, para muestra un botón. Lo cierto es que  se aproximan las elecciones, la campaña irá  tomando calor, y debemos estar preparados como públicos que merecemos respeto, para recibir las propuestas de nuestros candidatos y sus debates, ojalá sin  agresiones, porque  resultan contraproducentes, solo consiguen ahuyentar a los votantes y  avergonzarnos de tener candidatos  de tan baja  formación ética a gobernar un país grande  y culto como la Argentina.

 

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