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Sociedad

La Mulata del Sabor

Por Margarita Pécora –

El olor del comino, mezclado con ajo, tomate y otros condimentos irresistibles rehogados en el aceite caliente, se escapa por la ventana y la puerta  abierta de par en par, del paladar “La Mulata del Sabor”. Esas emanaciones delatan la presencia inconfundible de la cocina cubana y logran que hasta el transeúnte más indiferente caiga rendido ante su encanto.

Este embrujo sucede en una esquina de las calles Sol y San Ignacio, en pleno corazón de La Habana Vieja. Allí se encuentra este pequeño local sin lujos ni oropeles, adornado con detalles minimalistas, pero cargado de autenticidad. Es un espacio que atrapa, seduce y conquista, sin importar si quien entra, lleva los bolsillos llenos de dólares o apenas unos billetes verdes.

El nombre del paladar se debe a Justina Sierra Ramírez, una auténtica mulata cubana, encantadora y risueña, reconocida por haber inaugurado el primer paladar de Cuba. Con su trato cercano y su sonrisa contagiosa, Justina transmite energía caribeña y ternura, convirtiendo cada visita en una experiencia inolvidable.

Su historia revela las penurias que atravesó para llegar a lo que hoy tiene y atesora.  Sin fondos para abrir el restaurante, llegó a un acuerdo con el arrendador: cocinar a cambio de poder quedarse. La receta criolla que le enseñó su madre en su natal  Sagua de Tánamo, provincia de  Holguín, fue su salvación. Así nació “La Mulata del Sabor”, nombre que registró pese a algunas resistencias. Aunque hoy los papeles estén a nombre de  Alexis, su esposo, ella sigue al frente, liderando con pasión y perseverancia.

La vida de Justina ha sido un camino de lucha. Pasó años viviendo en la calle, durmiendo en funerarias y terminales de ómnibus, hasta que  el Estado cubano le otorgó un albergue y luego una casa. Trabajó en el INDER Nacional durante 17 años, primero limpiando y luego como archivera de fotos deportivas, conociendo a figuras notables del deporte cubano. En 1995, se convirtió en la primer  cubana dueña de un paladar, trabajando sola en la cocina y el salón para mantener a sus hijas y ahorrar.

Hoy, el plato estrella sigue siendo la Ropa Vieja, ese clásico menú  cubano de carne vacuna desmechada que requiere paciencia y buen sazón. Los precios son accesibles: ningún plato supera los dos mil pesos (apenas 4 dólares);  y cada menú incluye carne, ensalada y viandas. Justina insiste en que su paladar sea un lugar para todos, trabajadores y visitantes nacionales o extranjeros;  donde lo importante no es el lujo, sino el sabor y la calidez.

Si Usted anda por  la  Habana Vieja   solo tiene que dejarse llevar por el olfato hasta  esa  esquina de embrujos donde huele rico la comida cubana, pero  donde también   late una historia que se cuenta con múltiples nombres: Justina, la primera mulata del sabor, la mujer que abrió el primer paladar de Cuba; El paladar que nació de la resistencia, levantado con esfuerzo y fe en la cocina criolla;  el lugar por donde se escapan los aromas de Cuba , y donde  la  sonrisa   juguetea  detrás de la  “Ropa Vieja” servida con ternura.  Pueden nombrarla de distinta manera,   comoquiera será  Justina Sierra Ramírez y su inolvidable “Mulata del Sabor”.

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