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La mitad menos uno-Por Gabriel Princip

 

En las elecciones que establecieron Mauricio Macri presidente tuvieron un resultado parejo. Sabemos que por lo menos la mitad de la población no está de acuerdo con el gobierno, claro que día a día este porcentaje aumenta en proporción directa con los despidos sin sentido.

Esos habitantes de la patria grande no entienden por qué la frase de moda es: “Es poco tiempo para la crítica sobre el gobierno”. Sujeto y predicado predilecto de cuanto gremialista conozcamos y de más de un legislador. Ahora, ¿Cuando alguien comete un crimen se lo justifica por la edad del asesino? ¿O por el escaso tiempo que tardó en ejecutar a la víctima? No, bajo ningún punto de vista.

Y lo que está pasando en la Argentina es el crimen perfecto. La derecha está pasando a degüello a un estado protector presente hasta hace tres meses, por si esto fuera poco el liberalismo asesina las libertades públicas y da cuenta fácilmente de todo aquello que tenga que ver con lo nacional, lo popular y lo democrático.

Solo se salvan de esta masacre los negocios, los partidos alquilados de corte popular para que la derecha se llene los bolsillos y los gremialistas que entienden que solo deben establecer los derechos de los trabajadores con los gobiernos blandos, con los duros el sometimiento es vergonzoso.

Hoy el peronista de corazón, el K ilusionado, el socialista de ley, el radical de antes y muchos más, piden a gritos participar y acompañar a dirigentes para que el país vuelva a la normalidad. Todos ellos pretenden observar una nación grande donde el empresariado ocupe su rol y no intervenga en las decisiones del gobierno. Quieren ver gente capaz y poco cool en los lugares decisivos y darían lo que no tienen por una plaza sin reclamos y de fiesta. Eso es un país normal y no una sociedad que acepte que la desocupación como línea editorial de un gobierno.

Un país normal es un lugar donde el obrero tenga derechos, trabajo y se pueda hacer el asado los domingos. Un país normal es aquel que respeta a sus próceres y presidentes democráticos no aquel que persigue y revolea bustos de hombres emblemáticos de la política argentina. Un país normal es donde se incluya el 100 por ciento de la población no aquel que diseñan los empresarios para un 75 por ciento dejando un cuarto de la población camino a la muerte segura. Un país normal ríe, no llora, no se queja. Un país normal no excluye. Un país normal vive de fiesta en forma continua. Un país normal crea programas de inclusión, sostiene la cultura y brinda por la educación. Un país normal crece en forma permanente. Ese país normal hoy no lo vemos y existe la duda que en un plazo corto pueda volver.

Hoy es un país cool, pero para una minoría selecta. Hoy las mayorías están en silencio y sus representantes  más mudos que nunca. Quizás el tiempo del desborde popular no tarde en llegar, como decía Perón: “O vamos con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”.

 

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