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La militante

Por  Kurt Winkels

Mañana de Tribunales, sol  de Comodoro Py. En los edificios porteños donde la justicia juega a la escondida la Presidente mandato cumplido se presentó ante una toga del partido judicial. La causa, un disparate. Afuera, el amor se agolpó en formato militante a la espera de su líder.

Centenares de policías, gendarmes, drones, fusiles, olor a pólvora cercaban a 7 mil almas que con la angustia de un resultado negativo esperaban en las puertas de la injusticia. Un periodista  se preguntaba,  “Tanto uniforme desperdiciado en lugar de buscar a los asesinos del gerente de Sigmar”. Esos policías  que permitieron, mala estrategia mediante, el crimen del empresario mientras ellos detenían militantes que pintaban el afecto en un muro.

Cristina declaró ante el juez del poder y la lluvia anunciada daba paso a un enorme sol peronista. La escenografía se completó con periodistas, políticos leales, más uniformes y gente del interior, del GBA, blancos, trigueños, mujeres, pobres, artistas, intelectuales, embarazadas y todo aquel que sentía que estaba en deuda o agradecido con la mujer a la que la injusticia persigue.

Diálogos extraños, raros, pero todos con un afecto que desbordaba cualquier conversación. Un pareja norteña con sus hijos de frente a los Tribunales comentaba la deuda moral que tenían con la dueña de “La patria es el otro”. “Pasamos en el 2001 de comer salteado a tener una vida normal. Trabajamos los dos, los pibes pudieron estudiar pero por sobre todas las cosas nos sentimos dignos”, dijo  la oriunda de Tilcara a una militante catamarqueña.

Cerca otra mujer, con cinco décadas en los hombros, expectante y nerviosa. La angustia la embargaba mientras decía, “siempre fui radical pero en el 2001 conocí la pobreza y luego de 12 años volví a estar orgullosa de mi país de la mano de Néstor y Cristina. Y hoy mirando la tele, me dije: no puedo dejar sola a esa mujer que hizo tanto por nosotros”.

Arturo Bonin, en una valla, Martin Sabbatella cerca de él, Teresa Parodi y las madres rodeando a los pibes mostraban su preocupación en los rostros. Los nervios ocupaban el ejido de la injusticia mientras el juez de la servilleta allanó cinco propiedades en Santa Cruz. Mientras sucedía la tasación del poder, TN y sus cómplices mediáticos colocaban el clima de detención, la alegría invadía  a sus seguidores y las lagrimas se podían ver en los ojos militantes que seguían ese relato a través de los móviles.

El mediodía se hizo presente y el juez determinó la finalización de la indagatoria. La salida de la morocha se hizo en dos tiempos. Primero los fierros con obvias preguntas, y respuestas claras y concretas para Magnetto que lo mira por Tv. Luego, abordó el coche blanco que la trasladó entre la marea humana. Fiel a su estilo, se bajó del auto para tomar contacto con sus paisanos, su gente, sus militantes. Ante tamaña demostración de cariño los uniformes dieron la nota con un mini conato de violencia. El ruido provocó la furia de Cristina: “Si se meten con ellos se meten conmigo”, largó la presidenta. Refriegas, insultos, zapatillas que volaban, griterío, y empujones dieron por finalizada la mañana.

De todas maneras, el amor venció al odio, Cristina sigue libre del  largo brazo de la injusticia que el poder real quiere imponer bajo la idea de  terrorismo de estado. La angustia de la militancia dejó paso a la alegría, y el coche blanco se alejó. La dirigente con mayor intención de voto se retiró dejando la sensación que el partido judicial festejaría su proscripción. En ese auto se fue quien, como dijo esa señora, otorgó “dignidad a  las mayorías”. En las puertas de los tribunales donde la justicia sigue escondida, alguien dijo piedra libre para el fracaso uniformado. Pero la pared fue tocada por  la alegría y el sudor popular.

En una valla apoyada, una militante catamarqueña, con una amplia sonrisa y unas zapatillas multicolor observaba como se retiraba su líder con una pose al estilo Che Guevara en su foto más famosa. La angustia había sido derrotada, la felicidad colmaba su rostro. La vuelta a casa se iniciaba después de bancar a su presidenta en un auténtico día peronista.

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