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Opinión

La guerra perpetua en Siria

Por Margarita   Pécora

 

 

Mientras el mundo  despliega laboratorios,  hospitales  y   tropas de médicos e investigadores para   derrotar al  poderoso  enemigo  que es el  Covid 19,  hay países que suman a esta tragedia, otros conflictos  que siguen ardiendo y  cobrando más  vidas  humanas, a sangre y fuego.

Siria es uno de esos  lamentables ejemplos. El pasado  lunes  conocimos de una nueva agresión estadounidense. Empleando dos  helicópteros militares  las tropas invasoras de  Estados Unidos atacaron un puesto de control del ejército árabe  sirio,  después que ese  puesto había hecho  frente a un convoy estadounidense que intentaba ingresar  en la provincia de Al-Hasaka , lo que  trajo como resultado la caída de un soldado sirio y  heridas  a otros dos.

Del mismo modo se supo que un general ruso  murió   en las últimas horas a causa de un artefacto explosivo en  Siria y  otros dos militares rusos  resultaron heridos. Esto demuestra también la  real presencia  de Rusia, país aliado  de Al Asad, y que  en el conflicto  están involucradas varias potencias internacionales,  como Arabia Saudita y  Turquía, por lo general en apoyo a algunos grupos rebeldes o en contra de los islamistas, mientras Rusia e Irán,  lo hacen del lado de Bashar al Asad.

Sé que para los argentinos,  es difícil imaginar a la actual República árabe Siria,  a   13 mil  300  kilómetros en línea recta de la Argentina,  porque remite  a la imagen de un país remoto del  oriente Medio, del que  hoy, solo llegan noticias desagradables.

Eso aleja la memoria de la Siria del antiguo imperio otomano,  donde se levantaron fabulosos castillos y  elegantes mezquitas con  gran  esplendor  y riqueza monumental e histórica.  Antes de la guerra  Alepo era la ciudad más bella y elegante del mundo,  y fue destruida en medio de esta guerra.

El presidente Al  Asad, en   recientes discursos prometió «aplastar» lo que llamó «terrorismo apoyado por el exterior» y restaurar el control del Estado. Reconoció que  ‘todavía debería enfrentar cuatro grandes batallas, además de la guerra, lo que llamó «el asedio económico», la lucha contra la corrupción y la propaganda que, según él, lo ataca en redes sociales.

La crisis económica, la falta de gasolina y las sanciones internacionales  siguen  dando golpes demoledores sobre el  país árabe  virtualmente destruido desde  que comenzó  un levantamiento,  al principio pacífico,  contra el presidente al Asad en marzo de 2011 ,  luego convertido en una brutal y sangrienta guerra civil que ha arrastrado a potencias regionales e internacionales  dejando  cerca de 40.000 muertos y unos 5,7 millones de sirios  desplazados, que  han tenido que  buscar refugio en otros países incluida la Argentina, en los últimos 7 años.

Bashar al Asad no quería ser presidente. Estudiaba en Londres Oftalmología, donde conoció a su esposa, Asma al-Ásad, una ciudadana británica que fue llamada «la rosa del desierto’, pero la muerte de su padre, el presidente sirio Haffez al-Asad, que gobernó el país desde 1971 y la de su hermano mayor, heredero al trono, en un accidente de tránsito en 1994, lo obligaron a asumir el poder del rico país árabe.

El oftalmólogo  al principio   aplicó políticas reformistas   contra la corrupción y liberó prisioneros políticos arrestados por su padre. A pesar de  ello, el  15 de marzo de 2011 la primavera árabe llegó a Siria, estallando una guerra de graves dimensiones geopolíticas.

Bashar al Asad,   respondió con una dura embestida  contra las diversas fuerzas  que se le han opuesto durante todos estos años hasta quitarle el dominio de las mayores riquezas de ese país, que son los  campos petroleros   que  cayeron en manos del estado islámico.

¿Pero,   acaso alguien  se pregunta qué hay detrás   de esta guerra que nunca termina  en Siria, por qué  aún  Estados Unidos  mantiene tropas de más de 500  soldados   custodiando  dichos campos petroleros?

Como siempre  el maldito petróleo,  el oro negro  manchado con sangre siempre  en el foco de esta  contienda.  Siria acusa a Donald Trump de robarle  su petróleo y de hecho  afirma que  cerca de 500 soldados  estadounidenses  permanecen en el norte de Siria para proteger  las instalaciones petroleras de ese país, a pesar de que EE.UU. había anunciado el  retiro  de sus tropas del norte de siria en octubre pasado.

Trump  dijo que Estados unidos “espera ingresos millonarios provenientes del petróleo sirio, mientras Bashar al Asad lo acusa de estar robándoselo, por otro lado  Rusia  uno de los  principales aliados de Al Asad  califica  lo dicho por Trump como “bandolerismo estatal internacional”.

La reserva de petróleo  siria era de aproximadamente 2 mil 500 millones de  barriles. En 2008 llegó a producir   más de 400 mil  barriles, y luego cayó a 50 mil en  el año 2018.  El gobierno sirio perdió el control de la mayoría de sus campos petroleros,   a medida que la guerra civil se intensificaba y  las instalaciones pasaban  a manos de grupos de  oposición y luego al estado  islámico.

El apoyo militar ruso  ha sido  clave para que el gobierno de Al Asad pasara a la ofensiva y recuperara buena parte del territorio perdido.  Hasta ahora sólo  se  han logrado acordar treguas parciales -no siempre respetadas- para permitir la llegada de ayuda humanitaria a  Siria,   donde  continúa  sin tregua una lucha perpetua contra  el terrorismo y  la presencia ilegal extranjera encabezada por el ejército de los  Estados Unidos, entre otros.

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