LA DEMOCRACIA TAMBIÉN MATA

Por Carlos Galli.
La triste historia, del desaparecido, asesinado, y ocultamiento de cadáveres, hace un tiempo que dejó ser monopolio de los militares genocidas. Las diferentes dictaduras exterminaron treinta mil personas, por razones políticas, según la documentación pública y de organismos humanitarios.
Desde la recuperación de la incipiente democracia, y el Estado de Derecho en el año 1983, no se puede ignorar que también ha habido desaparecidos, más de trescientas personas, NUNCA MAS, aparecieron con o sin vida.
Además de este frío número, cuatro mil seres humanos fueron asesinados con razones o sin ellas y por motivos políticos y sociales.
La verdad, que no perece poco para una frágil y joven democracia argentina.
Esta investigación sería realizada por familiares y ONG’s humanitarias, que hicieron un trabajo sin descanso, con lágrimas y angustia, merece ser considerado como un acto de justicia, por aquellos que ya no están.
Comenzaron esta ardua tarea, el Día Internacional de los Derechos Humanos.
La represión, la corrupción y el gatillo fácil en las fuerzas de seguridad, son algunos de los responsables. Estas tres palabras mencionadas, siguen llevándose vidas.
Los casos más emblemáticos han sido, sin dudas, los de:
-Jorge Julio López, quien fue un superviviente de la última dictadura, que fue secuestrado en el año 2006 luego de dar testimonio en el juicio a torturadores, y desde aquella época sigue desaparecido. López, tenía 77 años cuando algún «grupo de tareas o mano de obra desocupada» se lo llevó, sin dejar vestigios, ni rastros.
-Carlos Fuentealba, profesor, que fue ejecutado en el 2007, por un balazo disparado por el policía asesino, José Poblete.
-Otro cruelmente asesinado, fue Mariano Ferreyra, caído a balazos en el 2010, por una patota del Sindicato de Unión Ferroviaria.
-El colega, reportero gráfico (con quién tuve el honor de trabajar en Editorial Perfil), José Luis Cabezas, asesinado en el verano de 1995, de un tiro en la cabeza e incinerado por una criminal banda de policías o sicarios, que servían al «padrino» y empresario Alfredo Yabrán, que al poco tiempo como todo cobarde, se suicidó.
Otros ejemplos atroces y despiadados fueron los asesinatos de treinta y tres manifestantes, muertos por guardias y policías, entre el 19 y 20 de diciembre del 2001, cuando el «democrático» presidente de la Nación, Fernando de la Duda, perdón, de la Rúa, decretó el nefasto Corralito Bancario y el Estado de Sitio.
Es una enorme deuda en materia de Derechos Humanos, el fin de los asesinados por el gatillo fácil policial. Esto es algo, como tantas otras cosas, que la democracia le debe a la República y al pueblo.
La Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, (CORREPI), ha detectado muchos casos más en treinta ocho años de democracia.
Las investigaciones hechas, dan una terrorífica cifra de más de trescientos desaparecidos y por lo menos, tres mil setecientos muertos, por gatillo fácil o torturas psicológicas seguida de torturas físicas.
Queda claro que la democracia, también mata.




