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La ciencia se pone en guardia: de la resignación a la “bronca activa”

Las repercusiones y lo que sigue tras la movilización masiva de los científicos

La comunidad de investigadores tiene en claro que es necesario salir de la parálisis para que “el peor ajuste de la historia” no se lleve puesto a todo el sistema. La opinión de Alberto Kornblihtt, Jorge Geffner y Andrea Gamarnik.

Luego de la masiva movilización de los científicos, la comunidad sigue en pie de lucha para lo que viene. Aunque siempre se tienen esperanzas de que el gobierno cambie su postura, saben que será difícil. La buena noticia es que ya no se quedarán de brazos cruzados: la situación amerita estar con la guardia alta, porque Argentina está asistiendo a uno de los peores ajustes de la historia. De hecho, en el presente, la inversión en ciencia y tecnología equivale al 0,15 por ciento del PBI y, para tener referencia, en 2002 ese valor era de 0,17. Los países en vías de desarrollo que apuestan a un modelo productivo capaz de agregar valor agregado a sus materias primas destinan, al menos, el 1 por ciento. Entre los despidos (4.148 personas fueron echadas desde la asunción de Javier Milei) y la nula inversión, muchos jóvenes vuelven a emigrar para salvar sus carreras.

Alberto Kornblihtt, biólogo molecular, exdirector del Conicet y uno de los referentes de la movilización del miércoles pasado, dice a Página 12: “No puedo decir cuál será la respuesta de las autoridades porque en general no son personas que tengan oídos atentos a los planteos que realiza la comunidad científica. Ellos quieren modificar la matriz de nuestro país y de la ciencia y la tecnología. No tengo mucha expectativa en que se revierta el camino de destrucción del sistema. Sin embargo, nosotros no podemos bajar los brazos, tenemos que seguir adelante”. Y continúa: “Hay que apelar a este tipo de actividades, que tienen un contenido estético y artístico bien definido y visible, sobre todo, para llegar con el reclamo a ámbitos que no son científicos”.

Jorge Geffner, director del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida del Conicet, coincide con la idea de trascender a la comunidad científica, para que los reclamos frente al gobierno sean más robustos y transversales. “Para la sorpresa de muchos de nosotros, la marcha significó un punto de inflexión en cuanto a cómo construir la resistencia frente a un proyecto cientificida. No hay selección de temas importantes ni mucho menos, solo se destruye todo a un ritmo impresionante. Tenemos que unificar esfuerzos con la defensa de la universidad pública y su presupuesto”.

La semana pasada, los cientinautas –porque para manifestarse, los científicos utilizaron atuendos y consignas que rememoraban a El Eternauta– colmaron el Polo científico-tecnológico ubicado en Palermo, sede del Conicet y del exministerio del área. El encuentro adquirió vuelo federal, y se replicó en muchas provincias del país que piden por lo mismo: no desmantelar aquello que costó tanto construir. Estudiantes universitarios, becarios, docentes, investigadores estrenados y de trayectoria, líderes gremiales y demás miembros de la comunidad dijeron presente, con el objetivo de visibilizar una situación que ya no da para más.

Andrea Gamarnik, viróloga del Instituto Leloir comparte su experiencia: “La movilización del sector científico fue masiva; en nuestro Instituto se sumaron prácticamente todos. Caminamos desde el Parque Centenario, donde está nuestro lugar del trabajo hasta el Polo Científico. Y en ese recorrido la gente que iba caminando por la calle se paraba, nos alentaba, los autos tocaban bocina. Fue muy fuerte ver eso en la calle”.

El jueves, un artículo de Nature, una de las revistas científicas más prestigiosas a nivel mundial, retrató la situación que afronta la ciencia en Argentina. «Cientos de activistas con máscaras de gas salieron a las calles para denunciar a su gobierno por recortar la financiación a la ciencia», presentó como parte de una extensa nota dedicada al acontecimiento.

Todos juntos

Desde la perspectiva de Kornblihtt, la convocatoria tuvo dos aspectos: fue masiva y conmovedora. “Masiva porque hace muchísimo tiempo no se veía tanta gente confluyendo al Polo por una situación crítica que estamos viviendo y única, en la medida en que nunca hubo un ajuste de esta magnitud. Fue transversal, ya que fueron personas de distinta tendencia política y grupos que no son científicos ni tecnólogos, pero se solidarizan porque entienden que esto es un problema del país”. Por otra parte, fue conmovedora, “porque apelar a la estética de El Eternauta y al leitmotiv  ‘Nadie se salva solo’ fue un acierto, tuvo un gran impacto y ayudó a que los participantes se sintieran más comprometidos con ser parte activa de una concentración”.

Con ánimo, Geffner refiere que la angustia, al menos por un momento, se transformó y dio lugar a sensaciones positivas. “Veníamos de mucha resignación, por la parálisis de líneas de investigación, por la fuga de científicos, por la destrucción de equipos, y lo convertimos en una bronca activa”, sostiene.

Gamarnik también ubica un parteaguas que brinda nuevo ánimo para lo que sigue. “Pienso que nuestra sociedad se está dando cuenta de la destrucción que este Gobierno está llevando a cabo. Creo que estamos en un punto de inflexión: los argentinos tenemos que unirnos. Hacia adentro de la comunidad científica, el mensaje es claro: es momento de defender al sistema saliendo y explicándole a la gente por qué y para qué necesita nuestro país un sistema científico y tecnológico sólido”, declara.

Pero la motosierra del Gobierno, por ahora, es ciega, sorda y muda. Con el pretexto de cuidar el déficit fiscal asfixia a toda la administración pública hasta reducirla a su mínima expresión. Incumple la Ley de Financiamiento (sancionada en 2021) y no garantiza la inversión del 0,45 por ciento del PBI que le correspondía para este año a ciencia y técnica. Además, despide personal, paraliza al Conicet al suspender los ingresos a la carrera del investigador científico (a 800 ingresantes se les denegó su incorporación, pese a haber pasado todas las instancias de evaluación), discontinúa programas que en la administración anterior garantizaban la llegada de equipamientos (Equipar Ciencia) y la construcción de nueva infraestructura (Construir Ciencia); así como también, relega a un plano secundario a la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), espacio fundamental de financiamiento y vínculo con el sector empresario e industrial.

Las universidades también activan

Hablar de ciencia es hablar de universidades también, ya que aproximadamente el 80 por ciento de las investigaciones que se realizan en el país se realizan desde las sedes de estas instituciones. El Consejo Interuniversitario Nacional –que reúne a los rectores de todas las universidades nacionales del país– y otros espacios afines presentaron una nueva ley de financiamiento universitario.

El texto plantea la necesidad de recomponer los salarios, actualizar los gastos de funcionamiento y ampliar el monto y la cantidad de becas. Además, crea un fondo destinado a carreras estratégicas vinculadas a la aplicación de la inteligencia artificial y el desarrollo de Argentina. También, estipula un crecimiento en la inversión del PBI para el sector hasta alcanzar el 1,5 por ciento en 2031. Si todo marcha según esperan los universitarios, el 4 de junio podría tomar estado parlamentario y el 18 de junio podría ser tratado en Diputados.

El bosquejo se suma a otros cinco proyectos ya presentados por legisladores del peronismo, la izquierda y sectores del radicalismo no alineados con el oficialismo. Algo queda claro: si el presidente veta, la comunidad científica y universitaria redoblará los esfuerzos.

FUENTE . PÁGINA 12

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