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Opinión

LA CICATRIZ AJENA

Hoy la Argentina duele. Duele por la pobreza que originó un saqueador y reafirmó una pandemia. Duele la marginalidad, los chicos vendiendo pañuelos por 20 pesos, los rengos en la 9 de julio pidiendo algo para comer, duele los jubilados de la mínima y los jueces dictando injusticia al norte, al sur, al oeste, y al este. Hoy la Argentina duele.

Pero no siempre causó dolor este país, esos días felices fueron peronistas, esos días de derechos, de alegría, de asado con los amigos, de la bañadera un 21 de septiembre en los ‘40, en los ‘50 y la plaza con el choripán en el siglo 21.

José Pablo Feinmann en su obra ‘La condición Argentina’ dice: “A DISCEPOLO, CON EL PRIMER PERONISMO, LE VINO, INESPERADA, LA ESPERANZA QUE NUNCA HABIA TENIDO. Sus tangos eran meditaciones existenciales (“Que va chache se escribe dos años antes que otro texto sombrío de la década, no un tango, pero no por eso menos sombrío, ser y tiempo, la ontología existenciaria de Heidegger alimentada por las desesperanzas de la Republica de Weimar) y esas meditaciones llevaban a socavones sin retorno, “tres esperanzas tuve en mi vida, dos me engañaron y otra murió”. Lo engañó la vida, lo engañó el amor, se le murió la madre. (En estos tangos se prefiguraban el país enajenado de los treinta, la madre bien puede ser interpretada como la patria).

Se ha dicho que el peronismo mató al tango. No está mal. Si el tango nace como rezongo algo pendenciero, algo machista, algo misógino, claramente pesimista, nada impide pensar que, en Discépolo al menos, el rezongo se vuelve alegría luminosidad. Desaparecido el malhumor existencial, muere el tango de las quejas y corazones despedazados. Es historia conocida que Discépolo accede a la radio en un contexto antidemocrático. El peronismo tenia las radios. El antiperonismo, no. Después fue exactamente al revés. Pero no vale, aquí, ahora detenernos en esto. Cierto es que Discépolo alimenta su esperanza y la proclama en un esquema comunicacional autoritario. Pecó de ingenuo o no, Como sea, lo que dijo durante esas jornadas de 1951 constituye un raro poema a la esperanza. La luz en el corazón de un hombre sensible abre la equidad social. Uno no sabe si tiene ganas de discutir si el país que Discépolo veía en sus charlas radiales era real o era el que quería ver.

Hoy la Argentina está triste pero la esperanza debe irradiarse. Podemos perder tiempo si la discusión que plantea Feinmann tiene sentido o no. Digo perder tiempo porque ahora en gobiernos democráticos sufrimos la dictadura de los jueces y los empresarios periodísticos. El totalitarismo se impuso en la década del ‘70, desde esos años la dictadura de los medios hegemónicos y el poder judicial acabo con la alegría. Por eso es perder el tiempo explicar un autoritarismo de poco tiempo contra la dictadura de décadas. Discépolo dejo su pensamiento en sus tangos, la derecha en sus muertos. Por eso hoy estamos tristes, pero con la esperanza de que la pandemia sea un mal recuerdo a partir del 2022 y el gobierno de Alberto sea la transición a los días más felices que vendrán de la mano del peronismo.

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