Por Simón Radowistky
Actualmente en la Argentina rige un sistema democrático. Democracia es el gobierno del pueblo o de las mayorías. Claro que este sistema lo ejerce un poder ejecutivo que ganó por ser mayoría pero que representa a una élite.
Se dice que se gobierna para ricos o que son ricos en el poder. El término adecuado es Plutocracia: gobierno de ricos. Aunque algunos dirigentes del peronismo confunden los tantos y nos señalan a la oligarquía, gobierno de pocos, como quien maneja el poder argentino.
Algún dirigente confundido señaló el término timarquía para definir al poder. O sea, el gobierno de ciudadanos con propiedades y patrimonio.
Reviviendo paso a paso el primer año amarillo en el gobierno, podemos llegar a otra conclusión, no sin antes mencionar algunos hechos no anunciados en la campaña, otros diferentes a lo que se prometió y otros que han sorprendido al pueblo entero.
Nadie esperaba que en el gabinete se hallaran 27 CEOs de multinacionales. Ni el más fanático amarillo pensó alguna vez que las grandes corporaciones comandadas por las familias más poderosas del mundo tuvieran sus representantes en el gabinete. Tal es el caso de Prat Gay, Melconian, Stuzenneger por citar algunos.
El voto Cambiemos esperaba un resurgimiento de la clase media y comenzar a cumplir con el objetivo de la pobreza cero. Otra vez, la media clase fue traicionada. Mayor desempleo, más pobreza, menos consumo, aumento en los servicios, tarifazos, apertura de la importación, cierre de fábricas y comercios y basta de fútbol gratis; por mencionar algunos puntos que el habitante de clase media creía tener resuelto.
Ampliar la grieta tampoco fue un deseo de la clase media y si un punto a resolver de Macri. Vivienda propia, el 0 km, el aumento de consumo era previsible para el votante amarillo que, otra vez, se tragó un sapo.
A cambio de todo lo no logrado por el hijo de Franco, éste le ofertó una Cristina a punto de ingresar en la cárcel, un Báez con traje a rayas y odio las 24 horas del día transmitido por los medios dominantes. No habrá plata, pero sí odio y algunos se conforman.
El plan del corporativo Prat Gay es una réplica de Prebish 1956 que implementó el dictador Aramburu. Ese fracasó y el actual prevé el mismo final.
Por eso estamos viviendo en libertad condicional bajo una democracia, algunos dirán que es una plutocracia, otros aseverarán es una oligarquía, otros dirán es una timarquía pero quizás adoptemos un nuevo concepto para señalar la forma de gobierno amarillo y este es chantocracia, el gobierno de los chantas.