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Opinión

JUSTOS, LIBRES Y SOBERANOS

Por Rodrigo Marcogliese.

El martes se cumplió un nuevo aniversario de la revolución de 1810, y nuevamente se escuchó en algunas emisoras a quiénes se preguntaba “¿Qué pensarían los integrantes de la Primera Junta si nos vieran ahora?”.

Y quizá la respuesta no va a llegar nunca, por contrafáctica y por estar mal planteada. Por lo menos su contexto.

El tiempo edulcoró las protestas e hizo creer lo que más feliz les hace sentir a algunos: que fueron ellos, cómodos y desde las puertas de sus casas los que cambiaron la historia.

Con esa mentira fue más fácil que un grupo minúsculo se beneficie al capitalizar una protesta colectiva.

Cuenta Pacho O´donell, que French y Beruti (orden en el que estamos acostumbrados a mencionarlos) eran los cabecillas de un temible grupo de choque conocidos como los “infernales”, o “los chisperos”’ debido a que usaban armas de fuego a chispa. Eran aguerridos orilleros de los suburbios y temibles marginales urbanos mezclados con algunos jóvenes de familias “decentes”, todos comprometidos con la causa patriota.

El 22 de mayo estos dos revolucionarios impidieron que los españolistas ingresen al cabildo, para ello quienes entraban tenían que tener una cinta blanca en sus solapas, lo de la escarapela se lo dejamos a Billiken (recién llegaría un año más tarde).

El 23 se anunciaría la constitución de una Junta Provisoria presidida por el virrey Cisneros y constituida por dos de los suyos (Solá e Inchaurregui) y dos criollos (Saavedra y Castelli) lo que significaba que el poder continuaba en las mismas manos. Los “decentes” insurrectos criollos habían depuesto su intransigencia en la convicción de que no se podría avanzar más allá de lo logrado hasta entonces.

Esto generó la furia de los infernales, y el 25 French entró a la fuerza en el Cabildo al grito del conocido “el pueblo quiere saber de qué se trata” ya que la Junta realista no quería renunciar. Según la versión de Cosme Argerich, testigo presencial, fue Beruti quien arma en mano, advirtió que “si en el acto no se acepta la renuncia pueden atenerse a los resultados fatales que se van a producir”.

El resto de la historia la conocemos, o no. Porque se los tuvo a estos revolucionarios como simples decoradores de solapas escarapeladas y la protesta la capitalizó Saavedra, renuente a desconocer a la madre patria presidió un híbrido primer gobierno patrio después de que había querido arreglar un “carguito” con Cisneros.

¿Qué otras protestas masivas fueron edulcoradas y capitalizadas por unos pocos en la historia?

Según detalla una investigación de Memoria Chilena, en 1963 existía un profundo temor, dentro de la clase alta, sobre una hipotética elección de Salvador Allende como futuro presidente de Chile.

De acuerdo al citado medio, esto llevó a muchas personas a apoyar la elección de Eduardo Frei Montalva, quien se convirtió en presidente de Chile en noviembre de 1964.

Por esos años además se creó la Acción de Mujeres de Chile (AMCh), un grupo de amas de casa de situación acomodada, quienes estaban en contra de proyectos como la Reforma Agraria.

Allende se impondría en las elecciones de 1970 y esta acción de amas de casa de clase alta sacaron sus cacerolas para hacerlas sonar en señal de enojo a la victoria del Presidente luego asesinado en 1973.

Luego vendría Pinochet y también es historia conocida.

Pasaron décadas, el año 2001 encontró a muchos argentinos haciendo sonar las cacerolas pero a diferencia de los tras cordilleranos esta vez las razones eran mucho más cercanas al pueblo.

Pero por más noble que sea se generó una visión diferida de la realidad. Es decir, se creyó que fueron las cacerolas las que sacaron al inepto gobierno de De La Rúa, cuando en realidad fue allí en el mismo escenario que en 1810, cuanto el pueblo también quiso saber y las fuerzas del orden del radical Presidente asesinaron a 5 argentinos ante los ojos de los televidentes que lo veían cacerola en mano y desde sus casas.

Los datos finales de la matanza a nivel nacional arrojaron 39 compatriotas que perdieron la vida, entre ellos 7 niños y más de 250 heridos.

Cierto es que el pueblo se manifestó por una justa razón, al igual que la Plaza de 1810. Pero los asesinatos del 2001 y los infernales de Beruti y French fueron los que torcieron la historia.

Años más tarde llegó un revival del reclamo, los medios lo replicaron hasta el hartazgo… cacerolas sonando evocando ya no a un aroma popular, sino emulando el amargo sabor chileno: ese que predicaba la “anti política”.

Ahora quizá sí, esté más clara la pregunta inicial porque la historia no es la que la editorial Atlántida nos hizo creer. La patria justa, libre y soberana por sobre todas las cosas costó sangre para recordarla como si se hubiesen juntado a tocar sevillanas y comer buñuelos.

En definitiva, al no comprender quién produce los cambios, los poderes fácticos de la historia incentivan a protestas insulsas sabiendo que serán ellos quienes la capitalicen.

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