Opinión

Gringos, «Remember Playa Girón»

El Caribe no se rinde ,es una voz que desafía al músculo imperial.

Por  Margarita Pécora  .  –

 

Hay frases que no necesitan explicación, porque son grito, escudo y bandera. “El Caribe no se rinde” no es solo consigna: es la síntesis de una región que ha aprendido a resistir con dignidad, a hablar con voz propia y a mirar de frente al poder que pretende silenciarla.

 

Mientras el Comando Sur despliega buques y tropas frente a las costas venezolanas, creyendo que el rugido de sus motores puede doblegar voluntades, los gobiernos de Cuba, Venezuela, Colombia y México articulan una respuesta que no solo es política y territorial, sino profundamente narrativa. Porque esta vez, el Caribe no es escenario: es sujeto. Y no está dispuesto a repetir el libreto imperial.

 

El vecino del Norte, revuelto y brutal, como lo definió Martí, vuelve a agitar sus músculos en aguas que no le pertenecen. Lo hace bajo nuevos ropajes, con el disfraz de la “seguridad regional” y la “lucha contra el narcotráfico”, pero con la misma lógica de siempre: imponer, condicionar, intervenir. Es la doctrina Monroe reciclada, maquillada, pero intacta en su esencia. Ya no se trata de proteger a América de Europa, sino de proteger los intereses de Washington de América.

 

Y no, no se trata solo de barcos. Se trata de una maniobra de presión geopolítica que busca reinstalar el viejo orden hemisférico, donde Estados Unidos dicta y América Latina obedece. Pero esta vez, las alarmas no solo se encendieron en los radares militares: se encendieron en las redacciones, en las calles, en las conciencias. Porque el Caribe ha aprendido a leer entre líneas, a reconocer el patrón, a anticipar el golpe.

 

Y cuando decimos que desarma el libreto imperial, es porque los pueblos ya no compran el guión. Ya no basta con invocar la democracia mientras se ignoran las resoluciones de la ONU. Ya no basta con hablar de legalidad internacional mientras se violan principios de no intervención. Ya no basta con disfrazar la presión como ayuda.

 

Hoy, el Caribe responde con dignidad. Con historia. Con memoria. Con alianzas que cruzan fronteras y con narrativas que cruzan corazones. Porque si algo ha demostrado esta región, es que sabe resistir. Que sabe reinventarse. Que sabe decir “no” cuando el poder dice “sí”.

 

El Caribe no se rinde, y en esa frase cabe toda una geografía de coraje. Porque no hay buque que pueda hundir la voluntad de un pueblo que ha decidido ser libre. Y no hay músculo imperial que pueda doblegar la fuerza de una voz que, por fin, se sabe protagonista.

El Caribe escupe fuego: Cuba no se arrodilla ante destructores

En Cuba, el miedo no se esconde. El miedo come. Y cuando come, escupe fuego.

 

Así se vive en una isla que ha resistido más de medio siglo de bloqueo económico, político y simbólico. Un cerco cruel que no solo castiga a quien gobierna, sino a quien ayuda, a quien comercia, a quien tiende la mano. Y ahora, como si no bastara, el músculo naval de Estados Unidos se pasea por el Caribe con destructores y escuadrones anfibios, creyendo que el rugido de sus motores puede quebrar la voluntad de los pueblos.

 

Pero en Cuba, el miedo no come,  se transforma en coraje.

 

Porque la amenaza no es solo militar. Es psicológica. Es emocional. Es una estrategia de desgaste que busca sembrar zozobra en tiempos de crisis. Y eso también cuenta. La presencia de buques cerca del mar territorial cubano no es gesto inocente: es provocación directa. Y en este tablero caliente, cada movimiento puede encender una escalada regional que nadie podrá apagar.

 

Si se meten con Cuba, Moscú no tardaría en responder. No con diplomáticos, sino con aviones cargados de misiles. Porque en este juego de presiones, cada actor tiene memoria. Y en la memoria cubana, Playa Girón no es solo historia: es advertencia.

 

El despliegue naval de EE.UU. apunta con todos los cañones a sus enemigos declarados. Venezuela, con Maduro al frente, respondió sin titubeos: 4,5 millones de milicianos activados, patrullaje territorial, logística en marcha. Cada miliciano es una línea de defensa frente a la sombra de los destructores clase Arleigh Burke. Porque el Caribe no será zona libre para experimentos ajenos.

 

Colombia lanzó su advertencia estratégica: “Los gringos están en la olla”, dijo Petro. Y con esa frase, desactivó cualquier intento de intervención quirúrgica. México, por su parte, trazó su frontera con palabras: el no intervencionismo no es solo convicción, es mandato constitucional. En el Caribe, cada frase es un muro, cada declaración una trinchera.

 

La contraofensiva no se limita a gobiernos. ALBA y CELAC se activan como escudos diplomáticos. América Latina despliega argumentos, milicias y procedimientos. Porque mientras EE.UU. juega a la guerra de posiciones, el Caribe juega a la defensa de su voz.

Y esa voz no está sola. Cuando la quieren convertir en escenario, se vuelve protagonista. Cuando la quieren mudo, convoca cancilleres y planta cara.

La narrativa imperial queda desmentida. “Estado más narco del mundo”, “irracional arremetida”, “esquema de dominación envilecido”: no son exabruptos. Son definiciones. Y en ese léxico, la palabra humillación no es ruido: es diagnóstico de un poder desautorizado.

El Caribe habló. Y cuando habla, no lo hace para complacer. Lo hace para recordar que tiene memoria, que tiene mecanismos, que tiene voluntad. En esta región, cada ola lleva historia, cada puerto lleva soberanía, y cada voz lleva frontera.

Y la va a defender. A toda costa. Porque Cuba ya lo dijo, sin rodeos ni diplomacia:“Remember Playa Girón”.

Playa Girón —también conocida como la Bahía de Cochinos— fue escenario de la primera gran derrota militar de Estados Unidos en América Latina. Y no solo fue una derrota táctica: fue una humillación estratégica que marcó un antes y un después en la relación entre Cuba y el imperio del norte.

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