Giro inesperado: Ahora Trump sonríe “de oreja a oreja” a China.

Por Margarita Pécora B.-
Trump, el mismo líder inflexible, que prometió hacer pagar a China por sus prácticas comerciales, ahora parece haber girado el timón con una sonrisa diplomática de oreja a oreja. ¿Qué mosca le picó? Durante años, el magnate construyó una estrategia de confrontación, pero en una reunión en Ginebra, su tono cambió bruscamente. Con palabras que parecen sacadas de un guión de reconciliación, declaró que la relación con China es «muy, muy buena» y que han logrado un «reinicio total».
Como si se tratara de una obra cuidadosamente ensayada, Washington y Beijing acordaron una reducción temporal de aranceles durante 90 días para continuar con las negociaciones. Pero, ojo, porque el acuerdo no cubre sectores clave como los automóviles, el acero o los productos farmacéuticos, lo que deja claro que todavía hay espinas en el camino.
El freno que Trump le puso a la guerra comercial llega después de haber sembrado incertidumbre en los mercados globales. Aranceles del 145% sobre productos chinos provocaron un terremoto en las cadenas de suministro y afectaron a empresas estadounidenses. Ahora, con el peso económico en contra y la creciente resistencia de China, el mandatario republicano flexibiliza su postura y busca espacios para que las compañías estadounidenses puedan operar en suelo chino.
La reunión en Suiza tuvo un tono mucho más pragmático de lo esperado. No fue “a camisa quitada” como se suponía. Beijing dejó atrás la rigidez de los primeros días de la guerra comercial y mostró disposición a negociar, en un claro reflejo de su paciencia estratégica. Mientras tanto, Trump pasó de la agresividad al cálculo frío: reducción de aranceles y un acercamiento táctico, ¿pragmatismo o derrota?
No hay que perder de vista otro factor clave: la alianza entre China y Rusia, sellada en el 80º aniversario de la Victoria sobre Alemania. Este pacto envió una señal de alarma a Washington, demostrando que el mundo multipolar está tomando forma. Trump no solo vio fortalecerse a su rival comercial, sino también a su competidor estratégico, y eso sin duda lo obligó a reconsiderar su postura.
Además del golpe geopolítico, el impacto económico de la guerra comercial fue una piedra en el zapato de EE.UU. La estrategia arancelaria dejó estragos en el crecimiento global, con industrias afectadas y mercados desestabilizados. La economía estadounidense sufrió una contracción del 0.3%, mientras que China siguió creciendo un sólido 5.4%. El panorama era claro: la presión comercial no tuvo el efecto esperado.
Ahora, el magnate busca un equilibrio entre firmeza y apertura, intentando rescatar el comercio tecnológico y la inversión extranjera. La pregunta sigue en el aire: ¿es este giro una admisión de derrota o una jugada estratégica para ganar tiempo y reposicionarse en la batalla económica?
Lo que sí es seguro es que el discurso ha cambiado. Trump, el hombre que prometió aplastar la economía china, ahora con una jugada pragmática, busca diálogo y acuerdos. La guerra comercial puede no haber terminado, pero lo que sí se desmoronó es la idea de que EE.UU. podía imponer sus reglas sin que hubiera consecuencias. ¿Será este el primer paso de una nueva estrategia de negociación? ¡Seguiremos atentos!