Por Gabriel Princip
El gobierno nacional entrará en escasos días en su primer año de gestión. Doce meses donde se observó que unos ricos gobiernan para sus pares, es decir, una plutocracia. Cambiemos optó por un cambio, ¿Cuál fue? Cambiar la idea que exponía en la campaña, o sea, engañar a sus votantes y de esta manera llegar al poder para ejercer una forma de gobierno nunca vista en la Argentina.
Hoy 27 CEOs componen parte del gabinete nacional que responde a un ejecutivo que no sabe entender que debe gobernar para una mayoría. Macri prefiere encantar a una elite, una pequeña oligarquía donde se hallan sus amigos.
Endeudamiento estruendoso, desocupación, pobreza e inseguridad es el combo amarillo que pinta una realidad nunca esperada por el votante PRO y menos por el peronista. De esta forma de gobernar la gente no entiende, se divide, se enoja, se empobrece, se amarga. “El país está como siempre, escindido en dos campos, el de las minorías oligárquicas que expresan la frustración permanente de nuestra independencia y el de las multitudes que repudian esa dependencia. Lo esencial es evitar la confusión y que las divergencias que no hacen a esos objetivos inmediatos, no jueguen a favor de la oligarquía y el colonialismo como ha sucedido reiteradamente”, dijo Arturo Jauretche en su obra “Barajar y dar de nuevo”.
El hombre de Lincoln sigue: “En realidad, el problema está resuelto en el seno de las multitudes. Se trata de encontrar el lenguaje común y los tópicos concretos que deben enderezar su acción “para que inteligencia y pueblo no se enfrenten por la falta de inteligencia de los inteligentes. Nuestra historia lo demuestra y ello prueba que “no hay mayor sabiduría que la de saber donde aprieta el zapato”. El hombre común lo sabe y por eso es más inteligente que “los inteligentes”. No sabe con mucha precisión que es lo que quiere, cosa en cierta manera técnica. Pero si sabe que “es lo que no quiere”, porque sobre eso lo ha informado la experiencia, una experiencia a contrapelo en un aprendizaje contra escuela, libros, diarios, locutores, maestros y conferencistas, es que ya lo dijo Fierro, “nada enseña tanto como el sufrir y el llorar”, es decir, vivir. El que mas, el que menos, es doctor en la Universidad de la vida y, más doctor, el ente colectivo que se llama pueblo”.
La gente sabe lo que quiere y no es precisamente lo que el gobierno expresa. En forma cotidiana el oficialismo cambia la vida argentina al punto de falsearla. Medidas económicas que determinan rapidez y desocupación, hechos políticos con una minoría como protagonista ante el asombro mayoritario y la complicidad de los medios y la justicia y un almanaque que establece que el día de partida amarilla queda muy lejos es el panorama que observa el pueblo.
En la pantalla, la falsa alegría es alentada por lo sicarios de la información, del otro lado el sufrimiento se hace carne y todos preguntan el por qué. Y esa es la respuesta que falta, que el sistema no se hace cargo, solo atina a responder que todo lo que pasa es por López y Báez. La verdad está ausente y no estaría mal que la plutocracia gobernante diga públicamente que el actual formato de gobierno es en castigo a la ampliación de derechos de la última década. El sufrimiento debe pagar la felicidad pasada, ese es el pensamiento oligarca que aplaude a Pichetos y Lopérfidos y que va por más, así el pueblo aprende la lección. Pero lo que no entiende el sistema es que como dice Vox Dei: “Todo tiene un final, todo termina, tengo que comprender no es eterna la vida”.