Por Danny Wilde
El actual gobierno, encabezado por el empresario Mauricio Macri, camina sobre seguro en la re significación de la antinomia civilización o barbarie. Al decir de Arturo Jauretche: «La madre de todas las zonceras».
Desde que asumió el hijo de Franco, todas las medidas que se han presentado en sociedad son de neto corte anti popular, donde el trabajador sirve la cena que se deglute la oligarquía por indicación de la plutocracia gobernante.
El sector del trabajo otorga colorido a algunos spots amarillos pero ya comprendió que en esta película su rol es el de extra, y los protagonistas son aquellos que integran una élite que tenía nostalgia del pre peronismo y hoy festeja ese volver a vivir.
El gobierno K retomó ese formato de gobierno que se interrumpió en 1811, en 1852, en 1930, en 1955. Las ideas populares de Artigas y Belgrano, Rosas, Yrigoyen y Perón soslayaron el periodo 2003-2015. Ni se mencionaba la dicotomía civilización o barbarie, términos de la creación sarmientina que sirvieron para justificar el genocidio popular y económico financiado y auspiciado por el imperio.
Hoy somos testigos presenciales de una política que nos recuerda esas ideas del país colonial, granero del mundo sin independencia económica ni soberanía política menos aun justicia social.
En plena primavera escuchamos al hombre fuerte del massimo Roberto Lavagna criticando el modelo y explicando que: “si combinan tasas de interés altas, dólar fijo, observando el bolsillo del grueso de la población enflaqueciéndose, con un empleo debilitado se requiere un endeudamiento externo y termina en una situación de colapso”. La declaración del economista del partido de la ancha avenida del medio caló tanto en el gobierno que el presidente del Banco Nación Carlos Melconian aseveró: “si te pasas de rosca con la deuda, termina teniendo razón Lavagna”.
La actualidad nos brinda el detalle de una minoría que prefiere la civilización. La misma que nos presenta récords de venta en autos de alta gama, champagne y relojes Cartier mientras que las ventas del consumo popular baja mes a mes.
Los habitantes de las capas altas viven una revolución de la alegría con menos impuestos y mayor reconocimiento por parte del sistema. A ellos no le interesan en absoluto que los comedores hayan crecido, que aumentó la gente en situación de calle, que la tasa de suicidios se haya elevado, que la inseguridad no descansa, que la clase media pueda ser una especie en extinción, que la pobreza cero significa la muerte de los pobres, no le interesan, no lo registran, es mas como clase le encanta un gobierno sometido a las corporaciones de gente como uno con un presidente con ojos claros y que no haga política.
Atrás quedó la barbarie. En el recuerdo Perón independizando al país con el desarrollo social impulsado por Evita. Mas reciente los populistas Néstor Y Cristina visibilizando a los trabajadores, ampliando derechos y jubilando amas de casa al tiempo que la ciencia, cultura y la educación fueron preponderantes en ese espacio de tiempo peronista.
El gobierno amarillo nos retorna a las viejas épocas. La década infame dijo presente y trata de instalar la civilización para falsificar la historia. Esa tendencia que daba color a un país granero con clases postergadas y marginadas. Esa que retomó a Rivadavia de la mano de Urquiza y que siguió en ese formato hasta la aparición del peronismo. Eran las épocas que la oligarquía creía que Europa estaba metida en el Plata. Era la civilización extranjera por la barbarie local. Era el segmento 1880-1930 del cual Mariano Grondona opinó de la siguiente manera:” durante el milagro argentino 1880-1930, la Argentina fue culturalmente francesa, alemana en su ejército, inglesa en su marina, demográficamente española e italiana, y nuevamente inglesa en su estilo, en el campo y en el comercio, así como victoriana en sus valores éticos y romana en su tradición religiosa. Pero el milagro argentino terminó con la llegada de la década del 30. En adelante, la Argentina dejaría de crecer económicamente, mientras unos 30 países, viejos o nuevos ricos, crecían impetuosamente, sobre todo a partir de la posguerra del 45”.
Ese pensamiento gobernó el 90 por ciento de la historia argentina. Solo en el espacio peronista representados en las imágenes de Perón, Evita, Néstor y Cristina se hizo presente la barbarie. Una contradicción difícil de explicar, porque la barbarie es que los marginados se incluyan, que los dirigentes tengan a los pobres como protagonistas, que lo popular tenga identidad, que los que más tienen colaboren para un país en serio. La barbarie es la época donde la desocupación se encuentra exiliada y el trabajador es parte importante de una nación.
En cambio, la actualidad nos marca la civilización donde la clase media tiende a desaparecer, las capas bajas son sistemáticamente derrotadas y las clases altas disfrutan de un país para pocos.
Por ello el actual gobierno marca un espacio en el tiempo de civilización que termina siendo una barbarie. Las minorías han derrotado a las mayorías y con ello la posibilidad cierta de falsificar la historia.