En el 2015 triunfó Cambiemos, una fuerza política que se presentó como una novedad pese a tener entre sus filas a representantes del gobierno de la Alianza y entre sus adherentes a militantes de la última dictadura cívico militar. Ni más ni menos, la familia Macri se benefició económicamente con los militares convirtiéndose en la pata cívica del gobierno de facto.
Sin embargo, la novedad de esta nueva fuerza política era justamente los referentes que llegaron desde la actividad privada, sin experiencia en el ámbito político. No son peronistas, no son radicales, los que manejan los hilos de este país son los representantes de las empresas que mueven la aguja de la economía no solo en Argentina, sino a nivel continental. Banqueros, petroleros, representantes de aerolíneas, de la industria automotriz, dueños de campos, e hipermercados, que los unen los paraísos fiscales.
Estos CEO, lograron llegar al poder gracias a una serie de factores entre los que se destaca la proyección nacional que le aportó la Unión Cívica Radical. Comienza a haber grietas dentro del propio gobierno entre radicales y amarillos.
Federico Storani, vicepresidente del radicalismo criticó con munición pesada al gobierno del cual es parte y del cual fue una pieza clave para que surja el frente Cambiemos. Frustrado con la concentración de poder que manejan Macri, Peña y “dos o tres CEO”, arremete contra el Jefe de Gabinete: “tiene una espectacular antipolítica. No antiradical. No quiere ni a los radicales, ni a los peronistas ni a los socialistas. Está vacunado contra la política, intelectualmente vacunado contra la política”.
Sobre la relación de poder entre el Radicalismo y el PRO advierte “nos van a convertir en el partido agrario radical francés, que es un partido agrario…. Porque nos dejan competir en los pueblos de 20 o 30 mil habitantes pero no en los otros. Porque ellos tienen una concepción de poder hipercentralizada”.
Ricardo Alfonsín, también se sumó a las críticas al Gobierno: “no gobierna Cambiemos, gobierna el PRO”, y en ese sentido agregó que “Cambiemos no tiene ideología”, dijo el ex diputado nacional.
Las declaraciones de referentes del radicalismo al ser públicas evidencian un malestar con los del PRO que no se resolvió en privado y la estrategia política a la cual apuntan para disputar los sectores de poder dentro del Ejecutivo. Sin embargo, la declaración de Storani apuntando a la “antipolítica” de Marcos Peña marca la clara derrota que sufrieron los partidos populares en estos últimos años. El Gobierno apuntó a desprestigiar el rol del Estado en cuanto a regulador de nuestras vidas. Deteriorándolo adrede en busca del crecimiento de la actividad privada provoca el rechazo popular hacia lo público.
La derrota de la política esconde el triunfo del mercado como eje regulador por sobre el Estado. Si el mercado es el que regula, el motivo de cambio obviamente va a ser el dinero, el negocio, el beneficio.
Hoy la antipolítica está más explícita que nunca: discursos vacíos de contenido en nuestros gobernantes, clases que no arrancan, escuelas públicas que cierran, programas sociales que se evalúan en base al costo/beneficio y no en cuanto a su rol. Hoy la antipolítica nos ganó profundizando la grieta en la que debatimos si la salud y la educación públicas deben incluir también a los extranjeros que habitan en Argentina. Este debate xenófobo abre la puerta a la privatización de estos sectores y al triunfo definitivo de la antipolítica que encarnan Macri, Peña y esos CEO a los que hacen referencia los radicales que provocaron esta derrota.




