Por Kurt Winkels
El actual gobierno de Mauricio Macri ha logrado por parte de aquellos militantes del conocimiento y opositores sin hipocresías mediáticas el conjunto de adjetivos más variados de los últimos años.
Se puede leer comparaciones con la década infame, el proceso militar, la revolución libertadora, el pre peronismo o juicios de valor sobre su ideología, derecha corporativa, derecha corporativa, plutócratas, oligarcas y demás calificativos. De carácter positivo solo se puede observar en medios oficialistas, que son el cambio, que hay que darles tiempo o que son lo nuevo. Muy escaso todo, para un gobierno que ya dejó atrás su luna de miel y encarará la elección de término medio con candidatos que no superen el 25 por ciento de adhesiones positivas.
Para ser claros, el proyecto del poder real tiene como objetivo la desintegración total de un país que tuvo la posibilidad de industrializarce y hoy consolida la pobreza de sus mayorías rumbo a la entrega total como nación.
Entonces, ¿Qué es lo que falta? ¿Cuál es la solución? Alguno dirá la revolución, otros hablarán de cambiar de paradigma, pocos con un romanticismo erróneo querrán volver a los 70 y un segmento se comprometerá con la unidad de los componentes del movimiento nacional. A nuestro saber y entender, la búsqueda que debemos iniciar es la de un nuevo proyecto.
Armando Poratti en la conferencia del Foro latinoamericano para la identidad y la integración dijo: «El proyecto peronista de 1945 recuperará para la vida nacional las masas trabajadoras y el interior postergado, poniendo nuevamente de manifiesto el rostro americano del país. Sin embargo, no deja en algunos momentos de hacerse presente también la mala herencia de una sutil división étnica y cultural que alienta un racismo latente».
«A fines del siglo XX, prosigue Poratti, nuevamente compartimos destino con las naciones hermanas. A partir del proceso se instala plenamente algo que ya venía haciendo amagos, y que siguiendo a Cirigliano, denominamos el anti proyecto de la sumisión incondicionada. Este esta es la exacerbación de la oposición ser/nada que se convierte así en proyecto de “ser-nada”, donde no hay dos sectores enfrentados sino un proyecto de disolución de la nación”.
Desde la falta de un nuevo proyecto al intento de disolución de la nación, como alguna vez dijo el filósofo es lo que marca la actualidad. El oficialismo enfundado en su traje de ética con sus mejores espadas en nombre de la transparencia, la república y demás conceptos vacíos de contenido enfrentan a una pseudo oposición con un objetivo claro, permanecer en el gobierno, sostener el poder y disolver la nación.
Releyendo a Poratti hoy visualizamos un anti proyecto que ayuda al objetivo final de una mediocre derecha corporativa. El anti proyecto destruye los vínculos sociales e institucionales, políticos, sindicales, profesionales, de organizaciones sociales y culturales, pero también barriales, familiares, amistosos. Comienza la desorganización de la vida cotidiana. Se afecta los vínculos tanto institucionales como interindividuales y, en último término, el interior de las conciencias.
En resumen, estamos siendo testigos en forma cotidiana de un anti proyecto. La solución no es fácil, no está al alcance de la mano pero existe y es la creación de un nuevo proyecto. Utópico e ideal sería retornar a las ideas del proyecto peronista de 1945 volver a concentrar a las masas trabajadoras, y repensar el país con ideas fuerza que partan de la independencia económica lo que determinara una soberanía política y como la frutilla del postre, la justicia social. No sería retroceder sino volver a empezar ya que este oficialismo amarillo si ha sido retrógrada, reaccionario y escasamente democrático.